Capítulo 32

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A veces la ira puede cegar a las personas. La primera vez que hice algo bajo ese efecto fue golpear a Brandon. Le rompí la nariz, lo digo en serio, le fracturé el tabique y tuvieron que llevarlo a emergencias. Al igual que Naomi, yo me eché a llorar como un niñito pequeño. Elías me consoló con las mismas palabras que le dije a la de cabello morado cuando golpeó a Travis. Me hizo sentir menos culpable, me hizo sentir seguro y me dio valor para aceptar el castigo por la agresión.

Aquello fue el inicio de muchas noches en las que platicábamos y él me decía lo valiente que fui al ponerle un alto y luego permitir las paces para unirlo a nuestro grupo de amistades. Sus palabras me enamoraban, sus actos, todo de él. Y una noche nos quedamos en silencio, él me veía fijamente y... me besó. Para mi yo de ese entonces era lo máximo, mi primer beso con el chico que de verdad me gustaba.

Los días pasaban así, con besos tiernos y roces de manos. Aunque casi me matan en otro intento de robo. Era de un puesto de comida ambulante. El señor me dio una paliza en un callejón oscuro, y hacía frío porque fui bien idiota en solo salir con una camiseta, pensando que no tardaría. Y así regresé al hogar, como en el sueño que tuve antes de despertar en casa de Aster a la mañana siguiente de la Noche Borrosa. Elías me cuidó mientras me recuperaba, me decía lo tonto que era y que dejara de robar. Le hice caso. Me estaba convirtiendo en su perrito faldero y aquello empeoró cuando me propuso ser su novio y yo acepté a lo idiota.

—¿Ya nos vamos? —pregunta Aster.

Me centro en dónde estoy: recostado en la cama de mi habitación con el pelirrojo. El techo de mi cuarto parecía como una proyección de película de mis recuerdos.

—No. Acabas de preguntar eso hace dos minutos.

Ha estado así de inquieto por salir al Moore's Diner a reunirnos con Hadley. Él está con ira por todo lo que ella hizo, quiere echárselo en cara y desahogarse. Hadley le prometió a Rafael una explicación hoy. Ayer fuimos a la policía y armamos un show. Mentimos que habíamos estado rastreando a Juliette por su teléfono, y que la mujer a la que atrapamos se contactó con Hadley para una trampa que pudimos detener y encontrar a Kasemir. Lo extraño de eso fue que ella aceptó haber intentado usar a Hadley y nada más que eso con ayuda de los dos hombres de esa casa. No mencionó el tiroteo, ni que la torturé... Todo fue raro.

Allí hubo gato encerrado.

—No puedo creer que no la hayamos entregado a la policía —se queja Aster.

—Necesitamos respuestas. El entregarla a la policía la hubiera metido en un proceso de cómplice de secuestro, no nos podría decir nada de lo que nos dirá hoy. Quizá hasta tenga información de por qué secuestraron a tu mamá, o por qué el Emisario quiere matarte.

Ese último punto ha empezado a dar muchas vueltas en mi cabeza. He llegado a creer que lo quiere matar para herirme a mí, como si fuésemos una pareja de años. Aunque eso queda descartado, si tomamos en cuenta que el enmascarado ha querido matarlo en conjunto conmigo incluso si peleábamos a golpes.

—¿Tu madre cómo está? —le pregunto. Él se quedó con Kasemir en el centro de salud toda la noche en compañía de mi tío. Apenas llegó hace dos horas para dormir un rato. Luego entró a mi cuarto como si nada y se recostó junto a mí.

—Está bien... creo. El punto es que sigue viva con todas sus extremidades y órganos intactos. Le curaron sus heridas y se quedó para observación.

Tal vez sí debí quedarme con él. Mis pies querían girar a medida que yo regresaba a casa para ducharme y dormir. Eso hacen las personas normales, acompañar a alguien en tiempos difíciles. Necesito un manual para ello. Y necesito pegarme la cabeza contra la pared para dejar de dividir mi mente en dos cada que tomo una decisión que incluya a Aster.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora