Capítulo 50

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Lo que nos llegó a WhatsApp fue publicado en una página de Facebook ese mismo día. Nuestro instituto fue el primero en recibir los videos. Luego, un buen de personas accedieron a la multimedia gracias al link de la página enviado en un SMS masivo para el pueblo. Solo fue cuestión de tiempo para que se extendiera por toda la región.

El video tiene casi diez mil reproducciones, cinco mil reacciones y tres mil compartidas. Los comentarios son igual de numerosos, algunos compasivos, otros destructivos.

La foto está muy pareja con el video en cuestión de humillación.

Dos amigos compartiendo la desgracia en internet.

Por primera vez no estoy en el ojo público. Debería sentirme aliviado, mas no es el caso, no cuando Aster está envuelto en el problema.

«Intento de homicidio con tan solo diez años», leo en mi mente mientras me cepillo los dientes. Bajo ese enorme titular de la imagen, está una redacción de lo que ocurrió entre Aster y el señor al que empujó a la piscina, seguido de los reportes psicológicos que recuperamos de esa casa en medio de la nada. Lo exageran todo, redactándolo en primera persona como si hubieran visto lo que de verdad ocurrió.

Y el video no es mejor que la imagen, me atrevería a decir que es peor, hasta siento un poco de compasión por Travis.

Lo primero que aparece en el video es un pasillo de escuela por el que persiguen a alguien. Al enfocar mejor, se ve a lo lejos un chico gordo de cabello castaño, corriendo de sus captores, pero lo interceptan en una esquina otros dos más. La imagen cambia drásticamente a unos chicos que forcejean con una soga desde un balcón de allí mismo, riéndose e incitando a más estudiantes a acercarse. Siguiendo la línea de la soga, la cámara muestra a Travis, bien amarrado, pendiendo en el aire y soltando gritos ahogados por el trapo en su boca. Otro cambio abrupto presenta a personas turnándose para golpear al chico atado, como si fuese una piñata; nadie hace nada por detener aquello, ni siquiera lo intentan, se ríen a todo pulmón hasta que llega un maestro y se corta el video.

Ese debió ser el gran secreto de Travis, lo que le ocurrió en su antigua escuela. Se esforzaba en ocultarlo, se enforzaba en que nadie se enterase para que no se volviera a repetir. Es increíble que diga esto, pero... lo entiendo. Cuando los secretos son tan grandes, uno haría hasta lo imposible por ocultarlos, sin importar si nuestros intentos arrasan con las personas a nuestro alrededor.

Ya aseado, cargo mi mochila, me despido de Salem que está comiendo, y salgo de mi habitación. Al poner un pie en la primera grada para bajar, escucho un ruido apagado. Pausa por un par de segundos y de nuevo aparece. Me regreso por donde vine, tratando de identificar su procedencia, lo cual me lleva a la puerta de Rafael. Apego mi oído. Está... llorando y ¿rompiendo platos?

Abro su puerta que no tiene el seguro puesto. Rafael está sentado en el borde de su cama, llorando mientras se cubre la cara con las manos.

Su habitación es un desastre. El escritorio está revuelto, con todos sus libros por el suelo, al igual que sus organizadores de lápices, esferos y papeles. Las estanterías flotantes están barridas de sus portarretratos que contienen fotos familiares y recortes de sus artículos más famosos en el periódico. El buró cercano a una ventana, en donde asienta todos los regalos que Jordan le dio por el día del padre, está volcado junto a esos objetos, algunos rotos. Y hay varios trozos de porcelana el suelo, así como raspones en la pared, producto del impacto de los platos lanzados.

—Quisiera regresar en el tiempo —murmura él. Me lo está diciendo a mí, no a sí mismo—. Con eso podría hacer las cosas diferentes desde mi hermano.

Lanza otro plato que tiene a su derecha. Lo hace con una ira que jamás había visto en mi tío. Supongo que llegó a sus límites.

—Todo lo que ha pasado es mi culpa, de nadie más. —Se limpia las lágrimas de sus mejillas.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora