Capítulo 29

261 47 52
                                    

Tuve la peor pesadilla en mucho tiempo. Trataba de Aster y yo, en medio de la nada, como si el mundo hubiera desaparecido excepto nosotros. Y dije algo horrible que me eriza los vellos con tan solo pensarlo: «me importas». No había tenido una pesadilla así en años, desde que me separé de Elías y me mudé a Tenéricus. La última persona a la que le dije esas dos palabras fue a ese pelinegro de ojos marrones. ¿Y cómo terminó? En el olvido y la traición.

Doy otra calada al cigarrillo mientras caminamos a la tienda de artesanías, la única en el pueblo. Punto Arte es el nombre del local, el mismo que estaba grabado en la cara interna de las máscaras. Espero que su dueña pueda decirnos si es una simple coincidencia o ella ha estado vendiéndole directamente al Emisario.

—¿Lloras habitualmente en los baños? —le pregunto a Naomi que va al lado mío, distraída en un dueño y su perro.

—Yo no hago eso.

—Travis me dijo que sí. Sabes, normalmente lloras por cualquier cosa, pero cuando te dicen algo que te provoca ese efecto.

—Yo no estaba llorando en los baños del instituto.

—Nunca dije que fueran los baños del instituto.

Se queda callada.

—¿Pues cuál más iban a ser? —Se cruza de brazos, intentando no mirarme—. No le hagas caso a ese idiota.

Aster carraspea para recordarnos que viene de colado. Lo había olvidado por completo, qué gracioso. Hoy usa sus lentes. Es raro que los use fuera del instituto.

—¿Qué? —me pregunta, haciéndome caer en cuenta que me le quedé mirando.

—Tus lentes... ¿Cada vez más ciego?

—No, no es por eso. No me agrada usarlos, pero a veces me gusta ver en full HD.

Sonríe de lado.

Desde lo sucedido ayer en el taller, las cosas han estado... diferentes. No olvido sus palabras contundentes, eso sí. A pesar de ello, ya no trata de ignorarme, ni me mira gélidamente, y cuenta sus chistes a Naomi sin importarle mi presencia. Creo que volvimos a caer en ese círculo vicioso de estar bien y estar mal.

—Hadley es con quien me escribo en Literatura —suelta Naomi—. Sé que no debí decirlo, pero... me siento muy incómoda de tener contacto con ella aunque sea por una carta. En especial después de lo que ustedes me contaron del taller mecánico.

Hadley es más peligrosa de lo que uno creería. Jamás se me cruzó por la mente que estuviera participando tan activamente en esto.

—¿Ya abriste tu carta? —le pregunta ella a Aster. Él niega.

—Me estoy resignando de adivinar correctamente quién es. La verdad es que el autor no sabe dejar pistas.

Naomi ha logrado sacarle un solo detalle: que quien le escribe es un chico. Hoy lo vi sonriendo mientras leía una de las cartas ya abiertas. Me vino una oleada de coraje que terminé golpeando la porcelana hasta tocar la madera de la mesa de trabajo. No sé qué pensar al respecto.

Apago el cigarrillo porque en la tienda no lo permiten. Nada más entrar nos recibe una señora mayor, con el cabello canoso, de baja estatura. Intenta mantener la sonrisa al reconocerme. Saco la máscara de mi mochila, asentándola sobre el mostrador.

—¿Estas máscaras son...

Naomi me empuja de repente, regañándome con la mirada. Me hace un gesto con la mano como si espantara a un perrito.

—Buenos días, señora —saluda ella con su tono tímido—. Disculpe la interrupción a su negocio. Queríamos preguntarle si usted elaboró estas máscaras preciosas para vender.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora