Capítulo 41

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Mi mamá tuvo un hermano.

Sí, ya sé que una vez dije que era hija única, dado que fue lo que ella me contó. Pero resulta que tuvo un hermano menor, cosa que mi padre sí llegó a saber y la torturó con eso también, según la nueva hoja de la sesión de terapia.

Mamá estuvo siendo un poco desorganizada en contar sus cosas. La vez pasada nos dejó en el tema de los padres de Aster y ahora pasamos a esto. Tal vez no estaba muy segura de hacerlo al inicio. Por lo que pone aquí, le está contando datos extras a su psicóloga porque le agrada mucho y le da la confianza necesaria.

La familia Carrera —familia de mi madre— no era famosa, pero sí que tenían dinero y cierto prestigio. Mi abuela era ingeniera biomédica y mi abuelo era un neurólogo. Tenían dos hijos, Elizabeth y David; ella era mayor por tres años. Pudieron haber sido una familia normal, sin embargo, los padres pasaban poco tiempo en casa y eran muy tacaños como para contratar una niñera. Eran demasiado tacaños, según mi madre, a pesar de vivir en uno de los barrios más lujosos de la ciudad. Por lo que ella debía encargarse de cuidar a su hermano en todos los aspectos, desde que tenía memoria, según recuerda.

Tenían nueve y seis años cuando ocurrió la tragedia. Era un viernes por la tarde después de clases. David había visto unos juegos de feria en el parque cercano a su casa, y empezó con la rabieta de ir. Sus padres no contestaron al teléfono, así que Elizabeth decidió salir un momento, porque nada malo iba a pasar, vivían en un barrio muy seguro, según la gente. Pero le bastó dos segundos de descuido y David había desaparecido del carrusel. Se armó un revuelo para buscarlo, no obstante, tras dos semanas desaparecido, hallaron su cuerpo sin vida en un callejón abandonado. Aparentemente fue víctima de tráfico de órganos. Aprovecharon que estaban dos niños solos y se lo llevaron.

Aquello destruyó a la familia. Los padres se culpaban entre sí y a Elizabeth, en especial el hombre culpaba a la hija. Él le decía que fue su culpa, que no debió haber salido en primer lugar. Le llegó a decir que no sería una buena madre, que su hijo iba a sufrir las consecuencias de su incompetencia. Al final, el matrimonio Carrera quedó deshecho tras varios años, dando fin con el divorcio. El padre se fue para nunca volver, dejando en claro que repudiaba a su hija, pues David había sido su favorito. Su madre se quedó, aunque no hablaban casi nada y murió quince años después. De ella heredó el dinero que atrajo a Patrick.

Elizabeth creció con la culpa por lo sucedido. Ella se equivocó al confiarle esto a Patrick, pues él le decía cosas como «tu padre tenía razón», «cuidado y pierdes a Mason» o «estás deshaciendo nuestro matrimonio como deshiciste el de tus padres». Sus palabras y mis comportamientos impulsados por él la desgastaron emocionalmente. Hubo noches y días en las que no dormía y apenas comía, preocupada por mí, por sí misma, atormentándose por algún día llegar a dañarme.

La psicóloga, en sus notas, puso que veía un patrón reflejado. Elizabeth creía que me descuidaba como supuestamente lo hizo con David, y que aquello destruía su matrimonio como el de sus padres. También vio un reflejo en Patrick, pues mi abuelo no la quiso a ella como Patrick no me quiso a mí, y ambos hombres terminaron huyendo. Tenía traumas sin tratar que Patrick ahondó con sus abusos, y posiblemente algún trastorno mental que no llegaron a diagnosticar.

Entonces, Elizabeth vio un patrón similar con Katherine Abellán Corrigan.

Mi madre estaba en una cafetería luego de salir de su trabajo. En la mesa contigua se sentó Katherine, con una chompa afelpada, lo cual era curioso, pues era una noche veraniega a finales de mayo de 2012. Tras varios minutos, llegó un hombre delgado y alto de cara redondeada; usaba una gorra y una sudadera celeste con la capucha puesta. Fue cuando Katherine empezó a quejarse de Aster, de sus constantes escapadas de casa y que ya no quería esa vida de casada, que su esposo Anderson ya no la hacía feliz desde hace mucho, pero que seguían juntos solo por su hijo. Oyó a la mujer aceptar una propuesta que el tipo le había hecho: huir juntos de Centinela sin importar nada. Al parecer, el hombre se iba a ir sí o sí, con o sin ella, y Katherine no quería dejarlo partir.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora