Capítulo 28

241 47 55
                                    

Lo sucedido en esa fiesta me recordó por qué no debo emborracharme: pierdo el control, lo que, definitivamente, odio. Perdí el control de mis palabras ante Aster, le solté cosas de Elías. Parecía un idiota despechado. «Me dejó», había dicho. ¡Qué estúpido que soy!

Y no he podido dejar de pensar en eso, en él, para ser más específicos. El día que nos conocimos parece tan lejano y a la vez muy cercano. Ese hogar temporal en Ekaville fue el número diecisiete en cinco años. A Ekaville llegué como Dylan, como un chico que fingía ser odioso con todo el mundo para no tener amigos en caso de que se enteraran de mi pasado, o en caso de que las cosas se pusieran difíciles.

Rafael toca la puerta. Le digo que pase porque está sin cerrojo. Me giro un poco de mi silla del escritorio. No tiene buenas noticias.

—He intentado de todo —dice, acercándose al escritorio—. Llamé a reporteros, a abogados... nadie conoce de un video tuyo en el que apoyes a tu madre.

Asiento mi cabeza sobre mi antebrazo. Ya no sé si Aster se lo inventó para torturarme o si dice la verdad respecto a ese video. Él afirmó haberlo visto, pero no hay rastro alguno de él, es como si se hubiera evaporado con el pasar de los años. Salem maúlla al subirse a la mesa del escritorio. Asiento mi barbilla en mi antebrazo, buscando respuestas en los ojos verdes de Salem.

—Esa carta se ve muy bien —asegura mi tío. Me fijo en lo que trato de escribir como respuesta a la carta que Collins me entregó el jueves. De nuevo me he atrasado y estoy con las justas de tiempo porque es para hoy—. ¿Ya has adivinado con quién te escribes?

—No. Y tampoco me interesa. —Me recargo en el espaldar de la silla, jugando con el esfero—. ¿Alguna novedad de Kasemir?

—Nada nuevo. Desapareció en Trébol Dorado después de asistir a una conferencia de docentes, solo su auto fue encontrado... y nada más. Es todo lo que ha declarado la policía públicamente.

Él me deja a solas para que acabe mi carta y salga al colegio. Agarro la carta que debo responder para leerla una vez más:

Carta:

»Lo desconocido es aterrador, pero es algo que puedes enfrentar con ayuda de alguien, así que déjame ser ese alguien para enfrentar lo desconocido del amor. Aunque no solo eso es desconocido, porque, entre ambos, muchas cosas son impredecibles. Creo que lo bonito de la vida es que es inesperada, nos sorprende con cada instante. Yo me he sorprendido al caer en las bajas tentaciones de los sentimientos hacia ti, al pensar en ofrecerte mi cariño y al querer recibir el tuyo.

Sorprendámonos juntos en medio de dicha oscuridad. Seamos juntos las estrellas para iluminar nuestros caminos. Seamos juntos aquello que construye un mundo nuevo. Es más, seamos nuestro propio universo rodeado de la música que me complace ofrecerte a través de mi voz.

Mis ojos como el agua azulada ven en ti algo transparente, algo que me encanta percibir.«

Menciona mucho a la música, así que creo que puede ser un aficionado a ella. Aparte de ciego por la pista de los lentes, ahora pone que tiene ojos azules. 

Lentes, música, ojos azules...

No. Definitivamente, no.

Me centro en escribir, barriendo aquella idea absurda. Luego de varios minutos, al fin consigo escribir un par de líneas con una pista super específica. Ya si no adivinan, es porque son inútiles.

Carta:

»Si es lo que quieres, enfrentemos lo impensable del amor. No me quedan ya muchas palabras porque tú te las has robado con el simple hecho de estar presente. Si lo inesperado y desconocido eres tú, créeme que no me opondré a que seas mi propia canción.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora