Capítulo 60

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Golpes de papá. Su muerte. La verdad de mi madre. El quedarme solo. El bullying en los orfanatos. La traición de Elías. La banda criminal. Mi conflicto con Jordan. Mi conflicto de identidad y sentimientos. La partida de Maddie. La muerte de Eleonor. Las fracturas de mi relación con mis amigas, familia y novio.

Todo da vueltas, ha estado dando vueltas desde hace tiempo, solo que estos días se ha transformado en un torbellino de fuego que iba quemándome poco a poco, dejando únicamente cenizas dentro de mi mente, cenizas que me ahogaban... y me ahogan, de hecho. El aire me falta, la desesperación me inunda...

Respiro profundamente. Mi mente conecta con mi cuerpo en milisegundos, haciéndome sentir el dolor por todas partes. Abro apenas los ojos, cegándome momentáneamente por la luz blanca al igual que sus paredes. Giro ligeramente mi cabeza, observando a una pelirroja con un uniforme de enfermera, quien está llenando una jeringuilla con algo de un frasco de vidrio.

Observo mi alrededor, los cables parchados a mi cuerpo, las intravenosas, las máquinas con signos vitales... Un hospital. O el centro de salud del pueblo, supongo. La enfermera me va a dar algo para curarme, pero al reconocer su cara, el terror me inunda.

Me muevo con la poca fuerza que tengo, balbuceo palabras con todo lo que mi garganta puede. La pelirroja se acerca a la bolsa de suero que gotea hasta entrar por una aguja en mi brazo, sosteniendo un líquido amarillo que va a ponerle. Mis músculos consiguen más fuerza para levantar la cabeza, agarrar la almohada y golpearla en el brazo. Un grito de ayuda sale de mi boca y aparece otra enfermera de mayor edad, con canas en el cabello.

—El chico despertó —dice la pelirroja, ocultando la aguja—. Estaba revisando sus signos vitales, pero despertó agitado.

—Ella... —murmuro, todavía perdido por la confusión—. Ella no es... no es enfermera Me quería inyectar algo.

La enfermera mayor agarra mi expediente y frunce el ceño.

—No tiene indicaciones de nuevos medicamentos.

La pelirroja retrocede de mi camilla.

—Debe estar confundido. ¿Lo puedes revisar? Tengo más pacientes críticos.

Veo que se esconde el frasco y sale a toda prisa de la habitación. Intento hablarle a la enfermera de verdad para decirle que esa mujer es una Vocera, pero enseguida trata de calmarme y me revisa con el estetoscopio.

—Todo está bien, muchacho. ¿Recuerdas que pasó?

¿Qué pasó?

Respiro con calma, al menos la puta zorra ya no me hará daño. Me centro en mí, en las agujas en mis brazos, en el dolor por todas partes, y en la venda en mi cabeza que cubre algo que arde.

—Estás más fuerte que hace unas horas —asegura—. Descansa. No te muevas mucho. Tuviste una concusión y estás en proceso de desintoxicación.

Sale de la habitación y a través de la puerta de cristal veo que se marcha.

Me toco la zona vendada, y joder, cómo duele. Agarro una cosa que parece un riñón metálico, de esos que dan cuando quieres vomitar. En él me veo el rostro con varios raspones. Levanto la venda poco a poco, consiguiendo ver unas suturas por una cortada mediana más arriba del arco de la ceja, cerca del nacimiento del cabello.

La luz me golpea de pronto, los recuerdos fluyen como martillazos. Luz... Eso vi. Era un auto que venía contra mí y luego... sentí fuerza sobre mi cuerpo. Recuerdo haber abierto los ojos, con el rostro pegado al bordillo de la acera. Noté sangre saliendo de esa cortada, apenas oí ruido y vi...

—Ay, no.

El golpe de la realidad hace reaccionar a mi cuerpo, me devuelve la fuerza. Me levanto de la camilla y trato de ponerme de pie, fallando un poco por el dolor que no parece ceder. Una enfermera castaña y más joven entra al notar que quiero levantarme.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora