Capítulo 64

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Fluorescent Adolescent es una buena forma de llenar la sala de música en la que estamos solo los dos. Nuestros cursos se están enfrentando en un partido de basquetbol, así que aprovechamos el tiempo para estar juntos y apartados de tantos gritos emocionados por quien mete un aro.

Bebo de mi jugo de naranja que, por primera vez en mucho tiempo, no tiene ninguna clase de licor añadido. Aster bebe un poco también al terminar de tocar la canción y nos quedamos un momento en silencio, sentados en el suelo y recargados contra la pared.

—¿Qué crees que vaya a decirte? —me pregunta.

—No sé. Ojalá que encontraron el cadáver de Jordan en la carretera.

—Qué mórbido.

Nos reímos por lo bajo.

Rivera dijo que llegaría en la tarde, por lo que no tengo de otra más que esperar pacientemente, cosa que no se me da muy bien que digamos. Mis esperanzas van entre lo que le acabo de decir a él y que atraparon a Jordan para procesarlo de nuevo y liberarme de los cargos anteriores.

—Me falta poco para poder comprar una guitarra como esta. —Aster palmea la que tiene sobre sus piernas, una brillosa eléctrica de color negro que le pertenece al instituto—. Las quemaduras con aceite en el restaurant valieron la pena.

Se toca sus antebrazos, recordando las tantas veces que le salpicaba aceite ahí y él hacía el mayor de los dramas.

—¿Por qué no te quedas con una de las guitarras que hay aquí? Prácticamente son de Juliette, y tú eres su hijo.

—Le dije lo mismo hace unos meses y me mandó a buscar trabajo. —Se baja los lentes hasta la punta de su nariz para mirarme por sobre ellos—. ¿Por qué crees que frío milanesas todas las tardes? El que la señora Angélica llegara al pueblo fue una puerta para mí. Me contrató enseguida y pude empezar a ahorrar.

Toma otro sorbo del jugo.

El lugar en el que estamos, la forma en la que agarra su guitarra... Me recuerda a una de las primeras veces que lo encontré cantando aquí.

—¿Aún te sientes un freak? —Imito el ritmo de esa canción al notar que no me entiendes.

—Ah. Parece que el stalker es otro.

—Simple curiosidad.

—Ajá. Y ya no me siento así. Esa vez tenía de los bajones emocionales adolescentes. Había pasado el primer asesinato y me recordó mucho a lo sucedido con mis padres, y luego estaba el tener que soportarte en esa faceta de idiota... Pero luego empecé a llevarme con Naomi, Hadley y Maddie, y tú empezabas a ser más que una cara bonita, y eso hacía más tolerable todo. —Me pica el abdomen con su dedo—. Ya admite que te gusté desde el inicio.

—No voy a admitir algo que no es verdad.

—¿Entonces por qué me espiabas cada que yo venía a tocar aquí?

—Yo no te espiaba. La primera vez que te escuché fue mera casualidad. Y luego...

Recuerdo esa curiosidad al escuchar la guitarra, como si se me hubiera puesto un hilo al cuello que tirara de mí para acercarme y oír de nuevo su voz.

—¿Y luego? —insiste.

—Tal vez me atrapó tu voz. Eso sí no lo negaré. —Cada canción, cada palabra suya... Su voz se metió en mi cabeza desde el primer día que lo conocí—. Tú eres una canción que se repite una y otra vez en mi cabeza y que jamás me cansaré de oír.

¿De dónde salió eso?

No importa, al menos deja de importarme cuando él me besa de esa forma en la que jamás me cansaré: un toque rudo y mandón y a la vez ligeramente sumiso. Mi mano presiona su cintura, se mete por debajo de su camiseta a su tersa piel y tiro de su cuerpo con la intención de que se ponga a horcajadas sobre mí, para que no haya distancias entre nosotros.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora