Capítulo 20

253 47 14
                                    

El camino a casa se me hizo interminable desde el mirador del pueblo. En especial cuando todo el suelo es inestable y las luces brillan más de lo normal. He pasado bebiendo toda la tarde en lugar de ir al trabajo. Necesitaba un descanso total. A fin de cuentas, ya es viernes; no iba a ir solo un día al trabajo. Aunque, con esta falta más, es posible que me despidan.

Cierro la puerta con mucho cuidado, pero es claro que Rafael tiene oídos perfectos.

—La cena está casi lista.

Subo las primeras escaleras, tragándome la voz de ebriedad.

—No tengo hambre. Ya vine comiendo en el restaurant. Voy a dormirme ya, estoy muy cansado.

Empieza a decir algo, pero me encierro en mi habitación echándole el cerrojo. No quiero hablar con él en estos momentos. Me va a reñir por beber y me va a recalcar una vez más lo que pasó con Collins hace unas horas. Esa mujer me dejó castigado toda la mañana hasta la hora del receso y, en la última hora clase, me sacó a la dirección en donde ya estaba mi tío. Juliette Kasemir se la pasó hablando todo ese tiempo sobre los modales, y le dio a Rafael unos consejos de paternidad a modo de burla.

Por todo ese rollo, no pude hablar con Hadley y Naomi para preguntarles qué les dijo la policía sobre el pequeño incendio que provoqué. Necesitaba esa información porque ya van tres días desde lo ocurrido en la mansión y la policía no me ha dicho nada, y eso es peor que me interroguen. A estas alturas, ya debieron haber descubierto que estuve allí por las cámaras de seguridad y por las posibles huellas que pudiesen haber encontrado. Ya deberían estar acusándome de algo o haberme llamado a declarar, pero nada. Eso no me da buena espina.

Tampoco Aster sirvió de algo. Hoy, para variar, se sentó en una esquina alejada. Ni siquiera se molestó en mirarme. Estaba evitándome. Y los profesores entraban y salían al segundo siguiente, imposibilitándome preguntarles algo a las dos que tengo delante, o para siquiera tirarle un papel a Aster.

En la ventana veo un sobre rojo. Otra carta:

Esperoque hayas disfrutado la droga que te puse en tu vodka la semana pasada. Mealegré de que salieras de tu casa, pero es una lástima que te encontraras conAster. Quise matarte y fingir que era un accidente producto del alcohol. Otrodía será. Descansa.

Termino vomitando en el baño apenas leo la nota. Él entró en mi casa, me puso drogas en la bebida para poder matarme. Con razón aquel día perdí toda la noción de mí mismo. Debió ser una muy fuerte como para que no tenga casi recuerdos de esa noche. ¿Y si ahora mismo me está vigilando? ¿Y si vigila a Rafael también? Tengo buscar la manera de trabar bien las puertas cuando no haya nadie en casa. Quién sabe si la próxima me pone un veneno.

Tiro todas mis botellas restantes de alcohol. No pienso arriesgarme. Si muero por algo que el Emisario me puso en la bebida, es posible que digan que fue un coma o algo similar. Nadie se molestaría en hacerme una autopsia, me tacharían de adicto y me sepultarían sin nada más. Y yo no soy un adicto.

Me cepillo los dientes. Me quito la ropa, quedando solo con mi bóxer negro. Agarro mi celular y la computadora para tumbarme en mi cama. Abro la laptop para continuar con mi investigación y acabar lo más pronto con todo esto.

He estado recaudando datos de las víctimas. De las ocho primeras he indagado todo de sus vidas entre los reportajes publicados por canales televisivos y periódicos. Ninguna —a excepción de Patrick, obviamente— tenía una conexión con mamá, eran completos desconocidos que vivían incluso a varios kilómetros de donde nosotros. La única coincidencia es la ciudad y la confesión de mamá ante el tribunal: que l. Ojalá lo hubiera confesado con más detalle.

En ningún lado mencionan que las víctimas hayan tenido entornos malos. De hecho, se podría decir que eran felices. A no ser que hayan sido solo apariencias. Pero, ¿cómo se enteró mamá de esos supuestos secretos? Y, para empezar, ¿cómo se enteró mamá de los crímenes de papá?

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora