Capítulo 13

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Gabriela

No puedo creer que seas abogada, o sea me señala con la mano de arriba a abajo, tú, el ser más diabólico del planeta.

¡Nunca fui diabólica! Fui, soy y seré un ser de luz.

Eras malvada— se ríe, más que abogada te imaginaba entre rejas.

¿Y qué hay de ti? ¡Dueño de una discoteca!¡Querías tranquilidad en tu vida!

La gente cambia, prima— se encoge de hombros y lleva su copa a los labios. Aunque tú no, ya sé cómo eres. La abogada del diablo.

Eres idiota.

Y tú siempre serás malvada. Y preciosa.

Gracias— le sonrió tras una copa de vino. — Conozco mis atributos, no necesito que me los recuerden intento frenarlo, pero...

Déjame intentarlo, alguno puedes haber olvidado sonríe con complicidad.

Para eso están los espejos, no necesito a nadie desvío la mirada al otro lado de la sala donde veo a Adriano abandonar la sala con un grupo de hombres que antes estaban sentados a la mesa. — Somos primos, bueno, nuestros padres lo son, y te aprecio, pero no pienses que podría haber algo entre nosotros.

No sería la primera vez que las cosas quedan en familia, Gab.

Voy a ser sincera asiente escuchando, me parecería asqueroso, no voy a darte falsas esperanzas.

— Está bien...— deja distancia entre ambos y busco cambiar de tema drásticamente. Rechazarlo no significa querer perder su compañía.

Oye, oye. ¿Recuerdas aquella vez que le cortamos el pelo a mí hermano mientras dormía?

Fue todo idea tuya, pero fue a mí quién le cayó toda la culpa levanta las cejas llevando el vaso de whisky en su mano hasta dar un sorbo.

Tú blandías la tijera.

Ambos cortamos pelo, no mientas.

Reímos recordando otro de esos momentos de la infancia que pasamos juntos, esos en los que evitamos a Isabella y los dos hacíamos travesuras. Siempre su madre nos pillaba y los castigos entre ella y mi padre eran de lo peor. Paso todo el tiempo mientras conversamos vigilando la puerta por la que salió Adriano y no me corto en mostrar complicidad con mi primo, aunque estemos hablando de cosas sin sentido, con el único fin de captar la atención del hombre al que quiero fastidiar.

Si quiere una mujer no seré yo quien vele por su orgullo.

Vuelvo a desviar la mirada buscándolo y me aseguro que nos esté mirando. No parece complacido, más si su idea es seguir con esto... Estaré encantada de convertirlo en un infierno.

Deberíamos salir algún día de estos, podrías venir a mi discoteca, es uno de los mejores locales de Nápoles me invita mi primo retomando el coqueteo con el que comenzó toda esta conversación tras mis acercamientos confusivos, el pobre es ajeno a mis intenciones.

Eso sería estupendo.

Si quieres algo más tranquilo, puedo llevarte a algunos sitios de la ciudad que quizá no conozcas, al fin y al cabo, llevas años sin estar en ella. Han cambiado muchas cosas por aquí.

Dame tu número y te llamaré en cuanto pueda, ya veremos qué hacemos.

Intercambiamos los números y me da una gran sonrisa.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora