Capítulo 51

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Gabriella

Me siento en la mesa al final de la gran sala, oculta de la luz que rodea al cuadrilátero, lo que me mantiene completamente a oscuras. El camarero me sirve una copa de Vesper Lynd cortesía de la casa mientras espero a mi cita.

Observo el espectáculo sobre la lona; una pelea amateur con grandes apuestas en juego. No me interesa. Paseo mi mano sobre mi vestido negro alisando las escasas arrugas mientras recorro la vista de toda la sala.

— Vaya, el rubio te sienta fatal— sonrió al oír la voz de mi acompañante en un español nefasto cargado de acento francés.

— Si, eso me han dicho.

—¿Cómo has estado?— La chica de pelo castaño, Camille Gautier, se inclina para besar a ambos lado de mi cara y después ocupa el espacio junto a mí en el sofá del reservado enfundada en un escaso vestido lencero en tono perla.— Me sorprendió tu llamada.

Está sentada tan cerca, que a pesar del barullo de la sala, oigo su voz sin que sea levantada. El camarero deja otra copa para ella sobre la mesa sin ser llamado, un beneficio que supone ser hija del jefe.

— Ya...— Doy un trago de mi bebida mientras ella me sonríe arrugando su nariz respingona. — Bueno... Ha pasado tiempo.

— Nunca debí mudarme, lo pasaba realmente bien con ustedes en Madrid.

— Daño colateral de casarte con un hombre tóxico. — Ataco con la verdad bajo su sonrisa divertida. — Te alejas de las amistades.

— Entonces te alegrará saber que me divorcié de Alphonse, mejor dicho, él me pidió el divorcio cuando mi padre sentenció que estaría desheredada mientras estuviéramos casados.

— No me creo que hiciera ese gesto por ti y que pudieras mantener tu vida de excesos.

— Claro que no lo hizo, fue porque él tampoco podía tener ni un euro y ya no le servía para nada— hace una mueca mientras cruza sus piernas bajo la mesa. -- Ahora sé qué fue un error, tengo a muchos hombres a mis pies que valen más la pena.

— Siempre tuviste eso, solo que no lo querías ver. — detallo su perfume mientras no aparta la mirada del cuadrilátero.

— Me informé sobre lo que me pediste — evade el tema. — Fue fácil acercarme. — Mira unos segundos antes de desviar la mirada hacia otra mesa. — ¿Cómo los encontraste?

— Conozco a alguien que se le da muy bien buscar personas, más si sumamos un par de coincidencias, — hago una pausa,— como que esa persona conocía a quien les vendió la documentación falsa y que vinieron a parar a tu casino, donde cotejaste los datos.

— Si, bueno. Fue fácil, — señala la mesa que ambas observamos sin ningún temor a ser vista, — la pareja mayor, son los Leroux, junto a ellos, el hombre de la nariz aguileña es su hijo y líder de uno de los grupos de pandillas que intenta robar el territorio de la Unione Corse, Jean Leroux. — Hace una pausa arrugando los labios mientras inclina más su cabeza hacia mí para que pueda oírla a la perfección. — La mujer del pelo rosa se llama Annie Leblanc, es la amante de Jean, pero eso no nos interesa. El hombre a la izquierda del joven Leroux, es Jeremie Moreau, y la mujer junto a él — vuelve a señalar, — Celine Leroux, o como tú mejor los conoces Guido Rossi e Isabella Vitale.

Doy un trago de mi bebida sin apartar la vista de mi prima, que parece disfrutar junto a su reciente marido el combate de boxeo que se disputa en el ring. Habla sobre algo que hace reír a los hombres en su mesa y no puedo evitar asquearme.

Toda ella me asquea.

— Me parece de mal gusto que haya adoptado su apellido, — crítica Camile, —eso es muy anticuado.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora