Capítulo 32

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Gabriella

La temperatura sube a medida que voy recobrando la conciencia, mi cuerpo cada vez se encuentra más y más caliente, un gemido escapa de mis labios mientras voy saliendo del mundo de los sueños en los que las imágenes de la noche que pasé con Adriano me persiguen. Pestañeo lento mirando hacia abajo y me encuentro con el hombre que dormí despeinado y con una sonrisa.

— Buenos días, preciosa — ronronea Adriano antes de volver entre mis piernas y su lengua roza mi entrada.

Vuelvo a cerrar los ojos, esta vez consciente de que su lengua está recorriendo mis pliegues y su dedo bombea en mi interior. Mi cuerpo arde en llamas mientras una profunda oleada de placer me inunda. Su lengua lame y muerde, mis caderas se mueven hacia delante desesperadas por conseguir más, pero sus brazos me sujetan firmemente para que no pueda moverme. Pasa la lengua por el clítoris, y mis manos se introducen en su espeso cabello, pasando mis uñas por su cuero cabelludo. Tomo su pelo con fuerza y levanto mis caderas hacia él ignorando su agarre y sin retener los gemidos. Quiero más. Y simplemente Adriano me lo da. No se detiene hasta que termino en su boca.

Abandona su posición solo para atrapar mis labios con los suyos y mi sabor me recibe mientras nos besamos. La erección que carga Adriano es evidente entre nosotros y bueno, nos encargamos de solucionarlo.

Lo empujo a un lado para poder quedar encima, me deslizo con facilidad sobre su pene y lo monto. Sus manos acompañan el movimiento de mis caderas mientras su boca juega con mis pechos, el choque de la piel con piel llena la habitación, cobrando cada vez más intensidad cuando todo empieza a tensarse en mi interior y los dedos de Adriano se clavan en mi piel. Sus gruñidos me calientan, quiero complacerle y por ello me muevo con más vehemencia.

Ambos acabamos, y después de lo de anoche, he de reconocer que estoy cansada, siento como si me deshiciera sobre el hombre que tengo debajo mientras me abraza. Su respiración agitada me golpea en el oído y vuelvo a quedar dormida.

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— ¿Ya te vas?— me atragantó con el café que estoy bebiendo a prisa por el sobresalto al oír la voz de Fabrizio a mi espalda. — Lo siento, lo siento.

Un paño de cocina aparece frente a mi cara y lo tomo de un manotazo. Limpio mi cara y veo mi ropa toda salpicada.

— Casi me matas idiota.

— Solo hice una pregunta— encoge sus hombros despreocupado. — No me muerdas...

No hace falta que le explique a Fabrizio que tuve un mal despertar y por eso mi humor. Pero quiero matar a quien sea que llamó al móvil de Adriano, logrando que me diera un infarto y sacándolo él de la cama. Me invito a quedarme durmiendo, sin embargo me senté sobre el colchón, esperé a que saliera del baño y no aparte la vista de él mientras se vestía, todo como una buena acosadora. Porque eso me llamó, acosadora malhumorada, dio un beso a ceño fruncido y se fue.

— Sabes la respuesta, tu hermano salió hace algunos minutos miro mi reloj y me doy cuenta de que fue hace más de media hora, aun así, no voy a corregirlo— y hay algo que quiero hacer hoy.

— ¿Puedo acompañarte?

Entrecerró los ojos en su dirección y me da una sonrisa amplia mientras que con unas servilletas de papel limpia la encimera.

— Ahora es mi momento de preguntar— lo ignoro y no le respondo. — ¿Por qué no estás trabajando?

— Adriano aún no me deja y Lorenzo encima lo apoya.

— Entonces no creo que sea conveniente de vengas conmigo.

— Puedo llevarte— canturrea tomando mi taza y depositándola en el fregadero. — Además, necesitas un alma caritativa que mejore ese humor tan amargo de cincuentona reprimida que tienes hoy.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora