Capítulo 8

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Gabriella

Soy un asco de persona. Drogue a un muchacho simpático y luego le invito a ver una película, como la mejor anfitriona del mundo para distraerlo. Pero aquí viene el chiste, me he quedado dormida antes que él y mi plan se ha ido a la mierda, todo lo que hice no sirvió de nada. Tanto esforzarme en buscar privacidad para hablar con mi amiga y me desbarató los planos sola. Miro a Dante tirado babeando sobre si mismo al otro extremo del sofá y me levanto a sacudirlo. Lo zarandeo varias veces y...

Nada.

Compruebo su pulso, sigue vivo, vuelvo a sacudirlo. No se mueve. Le coloco un cojín bajo la cabeza, para aliviar la postura, con mucho cuidado. Esto no me hace mejor persona, ni aligera mi culpa, pero ya está hecho, para nada, si, pero no se puede deshacer. Debo mencionar que el chico nos salió sensible, tampoco fue tanta cantidad.

Miro el reloj y son las nueve de la mañana, la hora perfecta para llamar a mi amiga. Tomo el teléfono y lo pego a mí oído mientras voy a cambiarme de ropa. No puedo forzar traer a Dante del mundo de los sueños, así que voy a aprovechar mi día. Continuar con mi vida suena buuen plan, una llamada matutina para descargar la tensión es lo ideal.

María está vez responde a la llamada, pide perdón por olvidarse el teléfono en la oficina, cosa por la que no debe disculparse, y me hace asegurarle mil veces que estoy bien y no hace falta que venga hasta aquí. Realmente lo último que quiero es eso, la quiero lejos de toda la mierda que mi familia pudiera salpicar. Me veo obligada a librarme de ella, cada vez se pone más insistente con venir aquí y ya no se me ocurren excusas.

Vuelvo al salón y Dante aún no se ha movido ni un centímetro, debe ser efecto de la pastilla, o un sueño super pesado, aún así pruebo a moverlo un par de veces antes de buscar mi bolso y las llaves tras no conseguir nada.

Camino hacia la cafetería que tanto me gusta, son pocos minutos caminando y la mañana es bastante agradable. Una vez allí la observo desde fuera, recordando cuando Luca y yo corríamos hasta aquí para desayunar con mi abuela, nos compraba varios dulces con chocolate. Varias veces acabamos con dolor de barriga y tomando sus horribles infusiones para curarnos. Eran buenos tiempos... Reparo el viejo edificio de de piedra con ese pequeño establecimiento con ventanas de madera y cristal. El reflejo de alguien conocido parece devolverme la mirada en él, giro mi cabeza buscando esa persona, busco en la acera tras de mí, donde creí verla, pero no hay nadie.

Me debo haber confundido.

Sabiendo que es imposible, me atravieso entre la terraza con mesas y sillas blancas y entro en el establecimiento.

Hola— me saluda en italiano la chica tras la barra, ¿Qué desea tomar?

Ponme dos cafés expersos grandes — no se cómo le gusta al chico que he dejado fuera de juego y que ahora duerme en mi sofá, pero espero que aprecie el detalle,y dos cornetti de estos, — señalo golpeando el cristal de la vitrina para llevar, por favor.

Lo mínimo que puedo hacer por el pobre Dante es llevarle el desayuno, quizá me pasé un poquito al drogarlo, al fin y al cabo no hablé con María, ni me largué, porque me quedé dormida también. Lo importante por ahora es cruzar los dedos y que no despierte antes de que llegue o se puede montar un drama e incluso informar a mi padre.

La chica del mostrador pone tapaderas a los vasos de café, seguido de colocarlos en una pequeña bandeja de cartón y pone los dulces en una bolsita a parte. Pago y me dirijo hacia la puerta, por poco no me choco con una de las camareras que viene de atender fuera.

Salgo de la cafetería y en el exterior me sorprendo al ver a los Aglieri, hoy están los tres en la pequeña terraza entablando una conversación en voz baja, visten tan elegantes como el día que los conocí. Miro mis vaqueros y mi jersey acompañados de unas deportivas blancas y no puedo evitar arrugar la nariz, ellos se ven increíble y yo así debo de parecer un mendigo al lado de su indumentaria. Ellos desentonas aquí, esto es un sitio normal.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora