Capítulo 5

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Gabriela

Apilo una montaña de papeles en una esquina del escritorio, mi despacho cada vez se ve más aburrido, paredes blancas, una estantería a rebosar de libros e informes clasificados, un par de sillas extras de color negro, un archivador y un cactus que aún no sé ni si sigue vivo. No recuerdo haberlo regado desde que María lo dejó ahí. Debería mover los muebles, cambiar el escritorio de lugar, buscar otra sintonía... Pero no será hoy, una vez más, me da pereza.

Me recargo en la silla soltando todo el aire y busco el móvil en mi bolso, me quedan diez minutos para que acabe la jornada, los cuales invertiré en jugar al parchís en línea, quizá alguno de mis conocidos en las redes esté jugando también y quiera una partida.

— ¿Estás lista? —no me da tiempo a iniciar la aplicación cuando la cabeza de María asoma en la puerta de mi despacho sobresaltándome.

— Debería pasar por casa a cambiar la ropa.

El conjunto de camisa blanca y falda lápiz negra me parece demasiado al lado de los vaqueros y sudadera de mi amiga.

— No, se lleva el rollo sexy de mujer de negocios— pasa su mirada por mi look y asiente.

— ¿Dónde has reservado?

María sonríe, cosa que me da miedo, demasiado. Siempre tienes malas ideas.

— No lo hice, vamos a comer comida rápida en un parque.

— ¿Qué?

Me arrastra de mi despacho hacia la salida, atravesamos los pasillos y tomamos el ascensor con los escasos trabajadores que hoy están en la oficina a las dos de la tarde. Mi amiga, con su encanto natural, saluda hasta al conserje, con el que parece llevarse bien porque le da las gracias por algo de un café.

— Hace buen tiempo, hay que aprovechar estar fuera.

— Pensaba que te estirarías un poco...— ataco a mí amiga que bufa. No es que me importe donde comamos, ni el costo de esa comida, solo quiero fastidiarla.

— Si claro, te dejare pedir doble ración de patatas.

— Te odio.

— Ambas sabemos que no puedes vivir sin mí— se detiene y levanta un dedo frente mi cara mientras esperamos a que un semáforo cambie de color. — Me voy una semana y tengo que oír por la oficina que te volviste un gremblin.

— Si me hubieras hablado... — murmuro y me mira alzando un ceja asique lo dejo pasar -¡Gizmo era adorable!

— No hablo de ese, — voltea al tiempo que suspira y reanima la marcha con el cumulo de personas que nos rodean y tenemos que sortear para no chocar, — hablo de lo que salía de él cuando se mojaba, los malos.

Boqueo ante el comentario, porque no me he sentido para nada con tan mal humor. Quizá lo justo. Pero soy una enfadona adorable.

— Solo he estado estresada, no ha sido para tanto.

— Ajá. — me da la razón como a los locos y menea su cabeza de arriba a abajo.

Caminamos como a veinte minutos desde la oficina y María me lleva a un local que pertenece a una cadena de comida Tex- Mex . Aun no entiendo porque viene a estos sitios si luego se queja del picante, pero al menos cumple con el doble de patatas. Con nuestro pedido en bolsas me conduce hacia un parque cercano y ambas nos sentamos en un banco de piedra sin respaldo a hacer nuestro mini- picnic improvisado.

Es evidente que es sábado, el lugar está lleno de grupos de turistas que fotografían el paisaje y las estatuas, y de todo tipo de personas más acostumbras a esta ciudad disfrutando del buen tiempo.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora