Capítulo 16

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Gabriella

Los Aglieri me acompañan a casa de mi padre, la seguridad nos da paso sin ningún tipo de problema y Adriano no se me despega, parece una lapa, sube conmigo hasta la habitación y se queda junto a la puerta. Camino hacia la cama y me dejó caer de cara, mi regocijo no dura mucho gracias al hombre que me molesta con su presencia.

—Recoge la maleta y vamos, no tenemos tiempo para tus tonterías.

—Puedes dejarme aquí y olvidarte de que existo.

—No entra en mis planes, venga.

Me levanto intentando ocultar una mueca de dolor, esa cosa en mi espalda no deja de incomodar.

Camino hasta el sofá donde está mi... ¿Maleta? La pobre apenas se ve, toda la ropa está revuelta y tirada por encima. Con poco cuidado guardo las prendas que están esparcidas al rededor, todo es un montón, tanto es el desorden que debo sentarme sobre la maleta para poder cerrarla.

Levanto la vista y veo a Adriano cruzando de brazos y con una ceja alzada.

— ¿Qué?

— Nada— gesticula quitando importancia a lo que sea que esté pensando.— ¿Ya lo tienes todo?

Asiento y viene hacia mi, toma la maleta y juntos volvemos al coche donde si he visto bien Simone y Fabrizio estaba manoteándose hasta que notaron nuestra presencia.

Adriano se coloca tras el volante y yo en el sitio del copiloto. Dejo que fluya la conversación entre ellos sin interrumpir, tampoco tengo mucho que aportar a una conversación tan banal. Dejamos atrás la casa de mi infancia y extrañamente siento que puedo volver a respirar, la tensión acumulada por tener que estar allí se evapora devolviéndome años de vida. Cualquier sitio al que me lleven ahora será mejor que ese.

La pérdida de la sensación de ahogo es liberadora, solo que crea inconvenientes para mí huida, desconocer el lugar donde voy me retrasa. Tendré que vigilar el entorno, buscar vías de escape, comprobar la vigilancia....

De pensarlo me da jaqueca.

Adriano conduce a una villa a las afueras de la ciudad, es un edificio de piedra rodeado de un jardín precioso, seguro que en el pasado fue una masserie. Es un sitio agradable y bonito.

Estacionamos en la entrada de la casa y sin ser invitada me bajo del coche cuando todos lo hacen.

—Espera aquí— me pide Adriano cuando cierro la puerta.

Quedó apoyada contra el coche mientras los tres hombres entran al interior de la casa. Detalló todo lo que me rodea, flores y árboles muy bien cuidados, un césped que parece recién cortado, las enredaderas en la fachada y las columnas de la galería estratégicamente colocadas. Incluso el empedrado de la entrada parece limpio y meticulosamente acomodado. Con lo extraña que esta gente no me sorprendería que hubiera alguien limpiándolo con un cepillo de dientes.

Simone vuelve interrumpiendo mi escrutinio y me pide subir al coche. Evitó preguntar, pero tengo curiosidad de porque nos vamos los dos solos, aunque en mi cabeza se forma un aluvión de preguntas cuando aparca el coche en la calle de mi casa, bueno, la de mi madre. Miro a Simone con intención de soltar todo pero se adelanta a responder.

—Te quedarás en tu casa, Gabriella—aclara.— Adriano puede ser un gilipollas, pero no va a obligarte a estar en su casa como pretende tu padre. Solo no le aprietes, tiene demasiadas cosas de las que ocuparse como para estar detrás de tí.

—¿Y por qué no me dejó en la de mi padre?—pregunto bajando del coche.— Sería una preocupación menos.

—Somos observadores.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora