Capítulo 33

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Adriano

El llanto de la hija de mi prima solo me pone más nervioso, no lo soporto. Aspiro y expiro repetidas veces sin ser capaz de hacer desaparecer el enojo. Esa niña es la única capaz de dejar que el mínimo sonido salga de su boca sin miedo a que vaya a entrar en pelea con ella. La madre lleva rato intentando calmarla junto con la abuela que está a su lado y no han sido capaces de hacerlo desde que rompí mi móvil contra el suelo.

Por otro lado, mi tío está ocupando el sillón como si nada le preocupase a su al rededor, con su otro nieto sentado al lado, el cual no ha movido ni un pelo. Simone llegó con María antes que su madre, y antes que su padre finalizara el trabajo y abandonase mi despacho, desde que se enteró que su familia estaba aquí, ha ignorado a la pobre chica. Se la ve apenada, algo más que comprensible cuando hacen como si no te conocieran, y sin embargo, ha intentado ser útil ayudando a localizar a mí hermano y su amiga desde que la tardanza de ambos comenzó a parecerme exagerada.

— Caaalma— pide mi tío por enésima vez.

— Repite eso una vez más y te meto la botella por el culo— enfrento al hombre que me crió más enfadado de lo que debería, él no tiene culpa de lo que está ocurriendo, que esté por servir mi quinto vaso de whisky tampoco ayuda.

— Ya has hablado con ellos, sabes que están bien, — mi tía toma a su nieta pequeña de los brazos de su madre y pasea por la sala, — confía un poco más en tu hermano.

— No desconfío de Fabrizio, solo necesito ver que realmente están bien.

— Te lo han confirmado, deja la paranoia porque me estás cansando— la seriedad en su rostro aumenta y me recuerda a cuando era un niño al que regañaba.— Te voy a dar dos opciones, — amenaza Lorenzo— te calmas tú o lo hago yo y vuelvo a encerrarte.

— Eres un dolor en el culo...— murmuro.

— Te he oído.

— Me da igual, — camino enfadado al espacio que dejó mi tía libre en el sofá y me dejó caer. — Esto es culpa tuya.

— ¿Mía? ¿Puedo saber por qué?

— Porque nadie en su sano juicio se creería que es buena idea dejar a esos dos solos.

— Disculpe, majestad, quizá me confundí cuando creí hablar con dos personas adultas.

— No me gusta el sarcasmo.

— Ni a mí tus berrinches, Adriano, — su teléfono suena en el bolsillo y lo saca para leer un mensaje antes de volver a dirigirse a mí. — Ya he solucionado lo de la seguridad de Gabriella, tengo al responsable y ya he dado las nuevas órdenes.

— Qué maravilla, — ironizo— ¿Esta vez serán capaz de no perderla dos ves en cuarenta y ocho horas?

— Espero que no...— Bufa Lorenzo...— Ya estoy pidiendo explicaciones, tranquilo.

— No estoy nada tranquilo, si no fuera por Luca, no sabríamos absolutamente nada de ellos.

— Pues habrá que ponerles un rastreador a ellos en vez de al coche.

— Ya lo intentamos una vez— se ríe mi primo, — y Adriano casi acaba con ello en el culo.

Vuelvo a levantarme del sofá y pasear por la sala, mi tío levanta una ceja midiendo otra vez mi comportamiento. Les doy la espalda dejando mi vista en el jardín tras el ventanal, el gato del que tanto habla mi hermano está entre los setos y parece burlarse de mí. Mi tía abandona el salón junto a su hija y sus dos nietos con la escusa de preparar la cena.

Minutos después, el sonido de la puerta me hace girar con la vista en el pasillo, el repiqueteo de unos tacones junto a los pasos pesados de mi hermano anuncian la entrada de las dos personas que todos esperamos. Gabriella y Fabrizio se detienen nada más entrar en el salón, sus miradas recorren la sala y ambos la detienen sobre mí.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora