Capítulo 25

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Adriano

— De rodillas en el sofá, pon tu pecho sobre el respaldo —demandó junto al oído de Gabriella.

Disfruto sabiendo cómo se deshace en mis manos, ver como su piel se eriza bajo mi tacto...

¿Qué no va a pasar una vez más?

Y una mierda.

Gabriella obedece mis órdenes, sin perder tiempo, me sitúo a su espalda. Paseo el dedo índice por su columna hasta trazar el contorno de su culo y todo su cuerpo se estremece. Me encanta. Vuelvo a tomar su pelo para controlarla a mi antojo y un gemido escapa de sus labios provocando palpitaciones en mi polla. Pateo la parte inferior de mi ropa, que se enrollaba en mis tobillos, lejos y lentamente me deslizo en su interior, que regala pequeñas contracciones a cada centímetro que voy tomando. Hago movimientos lentos, mientras me inclino a besar la nuca y la espalda de Gabriella. Deja salir pequeñas bocanadas de aire próximas a gemidos, pequeños suspiros mientras entro y salgo de ella.

—Tócate —susurro en su oído.

Gabriella separa la mano derecha del respaldo del sofá y la lleva a masajear su clítoris. Aumento el ritmo de las embestidas y ahora no es capaz de callar los sonidos que se filtran de sus labios.

Tiro de su pelo y la acerco a mí pecho, utilizo esa misma mano para tomarla del cuello mientras la otra vaga hacia su pecho y dejo que mis dedos jueguen con sus pezones, hago presión sobre ellos y siento las contracciones de su coño envolviendo mi polla. Deja escapar un gemido ronco y aprieto mi mano disminuyendo el paso del aire.

— No pares de tocarte— gruño dando una fuerte embestida cuando sus dos manos toman mi muñeca en un intento por detenerme.

Aflojo el agarre y ella vuelve a jugar con su cuerpo, ahora es su mano la que sustituye la mía en sus senos, la otra, no desatiende su botón, y yo, continuo penetrándola cada vez más fuerte sin soltar su cuello.

Empujo más y más con cada estocada, buscando derramarme. No me detiene el fuerte gemido de Gabriella, sigo bombeando hasta terminar con su interior succionando mi pene.

Ella cae hacia delante, su frente toca el respaldo del sofá y no abandono su interior mientras me inclino besando su espalda donde la piel esta erizada bajo la fina capa de sudor que la cubre. Reparto besos por su columna sintiendo su respiración alterada.

Dejo mis labios sobre su hombro mientras lentamente salgo de su interior y me dejó caer a un lado en el sofá, en ningún instante dejo de mirar a la mujer junto a mí. Gabriella apoya su culo sobre los talones y no cambia su postura.

Bufo y la atraigo hacia mí sin ninguna resistencia.

— ¿Estás bien?

—Mis músculos no recuerdan cómo funcionan— responde acomodándose con minúsculos movimientos. — Estoy oxidada.

Paseo mis manos por sus brazos, un intento por relajarla de la tensión de la postura, no me aparta, asique tomo el mando acomodándome junto a ella. Coloco nuestros cuerpos lo más cerca posible, llenándome de su calor.

Ambos observamos el fuego en silencio por minutos, sigo molesto, pero al mismo tiempo estoy en calma.

— ¿Alguna vez pensaste en dedicarte a otra cosa?—murmura Gabriella con la voz ronca.

— ¿Qué clase de pregunta es esa?— desvío la mirada hacia ella para encontrarla con la atención fija en mi rostro.

— Me pongo filosófica después de follar, y no queremos eso, así que...—me mira atravesando me con sus ojos de color chocolate— responde.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora