Capítulo 56

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Adriano

El olor a antiséptico y las paredes blancas nos rodean burlándose de nosotros, llevamos horas aquí y no hay nuevas noticias. Simone se encuentra sentado en esta fría sala de espera de hospital, con la mirada perdida en el suelo pulido. Sus ojos reflejan una mezcla de ira contenida y desesperación, con el rastro de lágrimas derramadas. Aferra con tanta fuerza el paquete de cigarros que dudo que alguno se salve.

— Deberías ir con tu padre, yo puedo quedarme por si hay nuevas noticias.

— Debo estar aquí — parece ido mientras habla.

— También deberías acompañarlo.

— ¿Crees que no lo sé?— me mira con la mirada brillante. — Estoy dividido, debo estar en ambos sitios y no sé qué hacer. — Suelta todo el aire pasando las manos por su pelo. —Por ahora me quedaré aquí.

Ambos caemos en el silencio, en todo el que permite nuestro entorno, es su decisión y no soy quien para influir en ella. Los minutos parecen pasar lentos con la tensión y desespero que flotan a nuestro alrededor.

— ¿Qué ha pasado?— Fabrizio aparece en la puerta de la sala.

Miro a mi primo, la tensión en el aire es palpable, parce un animal enjaulado, y el sonido constante de las máquinas médicas solo agravaba la sensación de impotencia siento al no poder solucionar nada de esto por él.

— Mi hermana y el bebé han muerto— mi mente encuentra dividida entre el dolor por la pérdida de mi prima y la preocupación por la seguridad del bebé de Simone. — Mi padre está haciendo llamadas, mi madre está con él, ella está bien.

— ¿Y...

— María y Bruno están ingresados por inhalación de humo, además de alguna quemadura.

— Marco y su otra hermana había ido con la zia a la tienda, están todo lo bien que se puede habiendo perdido a su madre— agrego.

— Joder— mi hermano cruza el espacio hasta llegar a mi primo y abrazarlo mientras llora. — Lo siento...

— ¿Hay algo que pueda hacer? —pregunta Fabrizio con la voz ronca, pero cargada de preocupación y mi primo niega.

—Los médicos están haciendo todo lo posible. — Intento contener la impotencia. —Fue un ataque directo, sabían que había gente en la casa, las salidas estaban bloqueadas. María tuvo suerte de llegar a la terraza.

El rostro de Fabrizio se endurece como nunca antes he visto. La realidad de la situación pesa sobre todos nosotros como una losa. Están yendo a por nosotros más que por cualquiera de nuestros aliados y todavía no hemos encontrado a la persona que los está ayudando desde dentro. Pensábamos que habíamos encontrado al traidor, pero al parecer solo fue un títere al servicio de una rata mayor. No dejo de cavilar en quien podría ser mientras nos sentaron juntos esperando noticias sobre el pequeño, que es el que más grave se encuentra. Pero el tiempo transcurre tan lentamente, que mi ira burbujea ayudándome a maquinar mil formas de venganza y sin encontrar en ninguna persona por quién empezar.

Finalmente, un médico se acera con noticias tras horas de espera. Bruno está estable, pero en condición no deja de ser crítica al tratarse de un infante. Simone exhaló un suspiro de alivio, aunque sabe que la batalla aún no ha terminado.

— ¿Y María Rodríguez?

— Es la madre del niño— le aclaro al médico.

— Se encuentra fuera de peligro, le estamos aplicando oxígeno. Aunque si gusta, puede pasar a ver a su hijo, su esposa por ahora permanecerá dormida, tuvimos que inyectarla para que se calmase, no nos dejaba atenderla. Insistía en ver ir con el pequeño.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora