Capítulo 27

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Gabriella.

— ¡Gabriella!—un golpe de la puerta de la entrada y la voz de mi hermano me sacan todo sueño de encima.

A tientas palmeo buscando mi móvil y no lo encuentro, saco la cabeza de la almohada y pestañeando con lentitud, descubriendo que sigo con el abrigo puesto.

—Gabriella— mi hermano abre la puerta de la habitación y queda parado bajo ella, repasando cada rincón.

— ¿Qué hora es?—gruño incorporándome.

—Las siete, llevo llamándote un buen rato, pensé que me ignorabas. No entiendo porque Adriano me pidió venir.

Saco el móvil del bolsillo y lo reviso, efectivamente, hay trece llamadas perdidas de "Luca Cucaracha" y otras veinticinco de "Adriano A".

Me levanto intentando despejar mi mente lo suficiente para captar cuando mi hermano pide que lo siga. Se mueve por la casa sin prestarme más atención mientras teclea en su teléfono. Prácticamente corro cuando lo sigo y va hacia la cocina a preparar café.

Me deshago del abrigo dejándolo en la percha junto a la puerta y volteo hacia donde Luca está colocando las tazas junto a una cajita llena de dulces. Me acomodo en la barra lo más cerca que puedo de esa caja y evalúo si debería comer chocolate o glaseado de azúcar.

— ¿Qué haremos con lo del chico ese?

—Tu nada— responde volteando con la jarra de café humeante en la mano.

—Já, claro, pretendes que me siente a esperar mientras te encargas de todo. Creí que éramos un equipo, lo discutimos ayer.

No responde y sirve el café. Si no fuera por el ruido que hacen sus movimientos, el silencio nos habría engullido. Aún sin responder, se sienta tranquilo mientras espero que alguna palabra salga de su boca. Despacio toma uno de los dulces que trajo y le da un gran mordisco, a lo que alzo una ceja haciendo lo mismo.

— Te quiero lejos de cualquier cosa que te ponga en peligro.

Me apresuro a tragar apenas sin masticar solo por responder.

— ¿Hola, Luca? Queréis que me case con un jodido mafioso. ¿Eso no te parece peligroso?

— Así suena despectivo, pero no peligroso, es lo que somos.

—Yo no, hace tiempo que me alejé de esto, no formo parte de vuestro mundo.

— Ahora sí— se encoge de hombros y da un sorbo al café. — Él se encargará de tu seguridad y te olvidarás de todo el asunto del pelirrojo y la carta.

—Claro, —me reclinó hacia atrás soltando un bufido— y también juego a las casitas y finjo que no sé nada de lo que hacéis. Venga Luca, sabes que soy obsesiva hasta la saciedad.

Mi hermano y yo nos sujetamos la mirada, dejando crecer la tensión entre nosotros, solo necesitamos una chispa para explotar y empezar a pelear todas esas discusiones pendientes. Es lo que hacemos siempre, nos queremos un poco, discutimos y volvemos a estar en paz.

El sonido del timbre nos sobresalta a ambos y es mi hermano el que, con cautela, hace el movimiento para ir a abrir la puerta. Un Adriano furioso invade la estancia seguido de su primo.

— ¿Qué cojones pasó ayer?— me pide parado en mi salón frente a mí.

— ¿Qué?—dudo.

—Mis hombres me han informado de todo. Podrías haber contestado al teléfono, esos idiotas no están haciendo ni bien su trabajo. Un día ocupado fuera de la ciudad y ya hay problemas.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora