Capítulo 3

120 9 0
                                    

Gabriela

Coloco mis gafas de sol mientras voy camino a mí encuentro con Antonio, dormí poco. Adriano supo aprovechar la noche y cuando quise darme cuenta eran las cinco de la mañana me había follado más veces que en toda mi vida, cada fibra de mi cuerpo estaba tan cansada que, al contrario de mi acompañante, me desplomé sobre el colchón, sin embargo Adriano fue un gilipollas, nada nuevo, solo estaba manteniéndose en su línea. Cada vez que recuerdo sus pablaras reitero más mi odio hacia ellos. Podría haber sido una noche fantástica, quizá podría parecerlo, pero no, él supo arruinarlo

Solo le dije que podía quedarse, no era necesario largase a esas horas y su respuesta, acompañada de ese rostro sin expresión que suele cargar, fue: "Sé que ha sido el mejor sexo de tu vida, pero no te confundas, no volverá a pasar" y se marchó. Ni que yo quisiera que volviese a pasar, es más, no espero ni volver a verlo.

Me quedé con cara de idiota, estaba siendo amable y lo hizo sonar como si tuviera alguna enfermedad súper contagiosa. Ojalá lo hayan atracado y violado de camino a su casa por grosero. Dios, si es que sonó hasta una amenaza con ese tono que usó.

Pero algo tengo claro, "no me confundo", hombres como él no son necesarios en mi vida y, además, hoy volvemos a Madrid.

—Una auténtica guiri, con mapa y todo —me sobresalto al oír la voz de Antonio y él a cambio me regala una amplia sonrisa mientras le tiendo el mapa que me regaló la señora de la tienda para que pueda verlo también.

—Lo primero, buenos días — le sonrió. — Lo segundo, he visto un sitio donde podemos desayunar antes de patear las calles.

Me acerco a él y señalo el mapa dónde quiero ir a recargar mis pilas. Si algo bueno me dejó Adriano, son las inmensas ganas de comida.

—Ayer también me recomendaron está cafetería, me dijeron que tienen unos cornetti que...- llevo mis dedos a los labios y beso la punta de los dedos haciendo un gesto indicando que están deliciosos.

— ¿Estás segura? —me mira de arriba a abajo. —Ayer cenamos pizza y pareces de esas personas que se cuidan.

—Supongo que gracias por ese cumplido a medias, aún no sé si me estas juzgando o alabando, pero hay algo que debes saber. Nunca cuestiones mi desayuno.

—Son muchos carbohidratos.

— ¡Antonio!- manoteo— ¡Los mejores cuerpos tienen curvas!

— Me gusta esa forma de pensar—sonríe.

— Pero...

— Nada, me parece sano lo que dices.

— Seguro que hay aún pero.

— Nop. — hace sobre salir su labio inferior sobre el superior con indiferencia.

— Tienes cara de querer preguntar.

— ¿Haces ejercicio, verdad?

—Obvio, no voy a ser hipócrita, con todo lo que como estaría demasiado pasada de peso, —señalo mi cuerpo atrayendo su atención— por eso me mantengo, pero tengo mis curvas eh.

—Sí, sí, las tienes.

— ¡¿¡Me has mirado!?! —finjo estar ofendida y pone cara de apuro.

—Emmm.

— Es broma, no me importa, pero si te pillo una vez más te cobraré.

— No es justo— Antonio sigue mi paso mientras camino hacia el exterior.

—Claro que sí, ¿o es que al museo vas gratis?

— ¿Te acabas de llamar obra de arte?

—Esas fueron tus palabras, no las mías, en los museos también hay muchos mojones.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora