Capítulo 26

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Gabriella

Una semana.

Una semana ignorando a todos y a todo.

Bueno, a todos no, he estado viendo a Adriano, me costó una eternidad conseguir que se esfumara su molestia conmigo. Es un estúpido orgulloso, no lo oculta, pero me siento sola y al menos él sabe cómo distraerme, ya que eso le ha convertido en la única persona con la que me he relacionado estos días.

Muy bien relacionada. Me recuerda mi conciencia cochina.

Haciendo balance, debo mencionar que a Luca no me atrevo a darle la cara, no sé si por vergüenza o porque sé que discutiría con él. Le quiero mucho, pero a veces también lo mataría y su insistencia me abruma... Insiste e insiste en hablar conmigo, tenemos asuntos pendientes, pero le conozco demasiado como para saber que no va a dejar pasar el asuntito de mi padre. Dará tanta lata como Adriano en saber que se me cruza por la cabeza. Son unos pesados, dicen entenderme y apoyarme, sin embargo siempre hay reproche en ellos. En fin, hacer como que nada ha pasado está siendo la mejor solución.

Por otra parte, María se fue y sigue en Madrid, intentando buscar al hombre que ayudó a mi madre, nuestra única opción y quizá con él aún no podamos salir de esta. No sé cómo voy a explicarle que quizá esté trabajando en vano. A veces siento que me asfixia todo esto, no veo una escapatoria decente y decepcionar a mi amiga diciéndole que no sirvieron de nada nuestras maquinaciones me frustra. Aun así, cuando vuelva, tengo que hablar con ella.

Otro problema que dejaré para la Gabriela del futuro, la del presenta esta cómoda oculta entre cuatro paredes fungiendo que lee un libro mientras ve la pared y se come la cabeza cuando no está tendiendo sexo.

Todo son problemas.

Cierro el libro de golpe cuando mi teléfono vuelve a sonar mostrando el nombre de Luca en la pantalla. Pulso la tecla de sonido silenciando la llamada, pero sin colgarla y meto el móvil bajo un cojín. No quiero verle y esta será la llamada número ochenta y seis que ignoro de él, por no hablar de los mensajes que han corrido la misma surte.

Desconozco qué mierda le contó Adriano, pero tuve que deshacerme de él antes de que pudiera invitarme al desayuno solo para evitar tener que hablar sobre lo que ocurrió, me sentí acorralada y como si estuviera listo para darme una reprimenda.

—Abre la puerta, — los golpes en la madera llegan junto a la voz de Luca, — sé que estás ahí, Aglieri me lo ha dicho.

Maldito chivato.

No me muevo, le dejo que llame un par de veces antes de oír como la cerradura cede y el ancho cuerpo de mi hermano cruza la puerta, se para y nos sujetamos la mirada.

Quizá olvidé que tenía la llave.

Me sentía confiada ya que ninguna de las otras veces que llegó hasta aquí se atrevió a abrir y se marchó. Sin embargo, aquí está. Cierra con delicadeza y camina hasta pararse junto al sofá con las manos en los bolsillos. Parece que pensar minutos antes en él hizo que lo invocara.

— ¿Hasta cuándo vas a seguir ignorándome?

— ¿Qué tal una eternidad?

— Te he dado espacio, pero estas acabando con mi paciencia— niega con la cabeza y continúa hablando. — Ya lo sé todo, Gabriella — se deja caer con un suspiro el sillón paralelo al sofá. —He sabido más sobre este tema por los Aglieri que por mi familia, he tenido que ir mendigando información. Parece que no eras la única que quería guardárselo, Constantino también salió con el ego herido, pero al menos me contó su versión y ahora quiero la tuya — sonríe sin ganas. —Todo este es muy loco, lo siento.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora