Capítulo 19

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Gabriella

Preparo una taza de café y la tomo apoyada contra la encimera de la cocina, los gemidos de mi amiga llevan acompañándome desde que me despertó hace exactamente media hora, desconozco si ya habían empezado antes. Solo sé que en mi propia casa me siento como una cotilla pervertida. Mis preciosos oídos están sucios, aunque lo que me gustaría ensuciar son mis ojos con lo que ocurre dentro de ese cuarto, parece que está siendo divertido.

Los sonidos en la habitación cesan y minutos después Simone aparece en calzoncillos, doy un sorbito de mi taza sin dejar de reparar cada centímetro de su esculpido cuerpo. Tan atareados como dicen estar estos tipos y no me imagino de dónde sacan el tiempo para ir al gimnasio o tatuarse, pero alguien debería prohibirlo. Como también ese paquete debería ser ilegal.

Pasa junto a mí murmurando un saludo sin ninguna vergüenza por su desnudez, no quiero apartar la mirada de cada músculo de su cuerpo flexionando mientras prepara café para ellos y atraca mi nevera.

Los músculos de su espalda se flexionan, haciendo más intimidante el gran tatuaje que la cubre, en él detallo tres figuras como si fueran dioses acompañados de ángeles y unas aves que se sostienen sobre una cabeza y un cuervo, que ocupan la zona central. La cabeza ilustra un rostro que a la altura de su nariz se convierte en calavera para más abajo retomar la forma del rostro, bajo estos, ocupando el lateral derecho de su espalda y la zona baja, se encuentra una diosa sobre un carro tirado por dos leones con un par de ángeles que portan antorchas sobre ellos...

— ¿No te has cansado de mirar? Te puedo dar una foto— desvío mis ojos a su cara y nuestras miradas se conectan sobre su hombro.

Bravo, Gabriella, fuiste pillada.

— Solo intentaba ponerte incómodo —miento, no voy a decir que estaba babeando un poquito— las personas normales usamos ropa.

—Estabas a punto de pedirle la identificación a la célula más pequeña de mi cuerpo, pero no me ofendo, puedes mirar.

Desvío la vista al frente centrándome en María que viene hacia nosotros, ella si viene vestida, o mejor dicho todo lo que una camisa del hombre junto a mí puede tapar.

—Ya te gustaría— me separo de la encimera y me acerco a susurrarle a María. — La distracción matutina no se incluye en mi favor.

—Pídeme más favores así y no tendrás que devolverme ninguno. Ya no me arrepiento de ayudarte.

Busco su mirada y enarco una ceja, a lo que me devuelve una sonrisa idiota. Niego con la cabeza y los abandono en la cocina, para mi desgracia no lo suficiente rápido como para evitar oír el beso que se dan.

Es obvio que si no les molesto podrán continuar con su juego...

Me dejó caer bocabajo en la cama, sin saber qué hacer, debería estar trabajando. O durmiendo, ya que estoy que me caigo de sueño, apenas pude dormir unas horas.

Puff...

Busco mi pc y me dirijo al mail tras abrir sesión, leo todos los mensajes recibidos y los enviados por María en mi nombre. Es hora de darle la cara a mi jefe.

<<De: Gabriela Hernández <gabrielahernandez96@bcincs.com>

Para: Antonio Benavides Ruíz <abenavides@bcincs.com>

Asunto: Disculpas.

Buenos días, señor Benavides.

Me pongo en contacto con usted para disculparme por mi ausencia sin aviso el pasado martes veintiséis, a pesar de que me comprometí a acompañarlo a la reunión.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora