María
— No puedes— responde la madre de Simone.
Paciencia, Mari. Me digo a mi misma.
La primera vez que vi a la señora, me pareció muy agradable y maternal, sin embargo, últimamente he llegado al punto de no soportarla, en realidad, como a toda la familia. Siempre está supervisando lo que hago, dándome consejos que no pido y, lo que más odio, regañando sobre lo que hago o dejo de hacer.
— Es mi hijo.
Sonríe tranquila picando verduras con su delantal de flores antes de voltear y regalarme una sonrisa tensa.
— Y el hijo de mi hijo— añade con retintín, — por lo tanto mi nieto.
— Eso no me quita mis derechos.
— Nadie lo ha hecho— responde tranquila.
Un tic nervioso amenaza mi ojo. Contar hasta diez dejó de funcionar en el momento que me desperté esta mañana y respirar para mantener la calma fue una capacidad que perdí el mismo día que pise está casa. Miro a mi hijo, que juega con mi pelo, tan ajeno a todo...
— Eso no es lo que ha pasado hace un momento.
— Estás tergiversando.
— Ah, claro, porque puedo irme ahora mismo. ¿Verdad?
— María, eres demasiado cabezota. — Suelta un largo suspiro molesto. — Todo es por vuestra seguridad, mi hijo, como papa de Bruno, ha estipulado que no salga de casa sin su consentimiento y si tú quieres hacerlo, los chicos estarán encantados de acompañarte.
— ¡No necesito que nadie me acompañe!— Cambio el peso de mi hijo de un lado a otro buscando comodidad. — Y estoy cansada de tener que pedir permiso a su querido hijo para cualquier cosa.
—Lo que sea— mueve su mano restándole importancia, — llámalo y asunto resuelto.
— Llevo casi media hora intentándolo, exactamente desde que esos hombres de ahí — señalo hacia la puerta, donde ahora en el Interior de la casa, se encuentran apostados dos hombres en normes,— me bloquearon el paso. Quince llamadas y ninguna contestada.
— Entonces tendrás que esperar.
¿Cuánto estaría en la cárcel por asesinato?
Continúa con sus verduras despreocupada, lo que me frustra aún más. Su forma natural de restar importancia a todo, me confirma que fue el éxito de su matrimonio con Lorenzo Aglieri. Aunque será la condena del mío... Desde el momento en que Simone y yo nos casamos, ha vagado por esta casa como si fuera suya, haciendo y deshaciendo a su antojo. Es como tener una empleada del hogar, solo que esta manda más que yo.
— ¿Sabes al menos dónde está?
— No es algo que suela preguntar.
Respira, María, respira. No mires el cuchillo, no mires el cuchillo.
— ¿Lo sabes o no? — No oculto mi descontento, ya me canse de ser educada por hoy.
— Fue a casa de Adriano.
— Bien, — acomodo a mi hijo sobre la silla alta junto a la mesa—, cuida de tu nieto.
Intento que note la molestia en mi tono, pero esta mujer es como un cristal blindado, rebota todas mis balas con su sonrisa, aunque he de concederle que es más cálida que cualquiera que mi madre me vaya dado nunca.
El lado positivo de abandonar la casa de Simone, no es sólo estar lejos de su entrometida madre, es que al menos la vigilancia hace de chofer y el control de vigilancia del exterior de la finca de Adriano me lo puedo saltar. El camino ya lo conozco hasta con los ojos vendados y, aun así, aquí estoy, viéndolo pasar por la ventanilla sin ponerme tras el volante. Como otras muchas cosas que he dejado a atrás desde que mi vida se volvió a cruzar con la del padre de mi hijo.
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Inevitable Destino
AcakUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...