Capítulo 57

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Gabriella

— Es tu culpa, me habían dejado presenciar la reunión.

— Sí, claro— muevo mi mano restándole importancia un poco aburrida de sus quejas—, sigue pensando eso si te hace sentir mejor, jamás iban a dejar escuchar la resolución de la reunión.

Las puertas del ascensor se abren y escaneo el piso bajo mordiendo mi labio. El espacio abierto está abarrotado de personas a la espera de poder realizar sus transacciones, me escabullo entre los que esperan para subir con Marco pisando mis talones sin parar de quejarse, a pesar de que intento ignorarlo. Diviso al grupo de hombres que busco cruzando la puerta y sin importar mis zapatos me apresuro a alcanzarlos.

— Mi abuelo dijo...

— ¿Sabes qué, Marco? No quiero ser grosera, pero no me interesa y debo hacer algo.

— Se supone que debo acompañarte— su mirada de suficiencia me molesta, como todo en los últimos días.

— Eso era la excusa para sacarnos de la sala, aquí fuera cada uno es libre de hacer lo que le venga en gana.

No espero una respuesta, sino que cruzo la puerta y apenas llego a alcanzar a Vittorio Rossi antes de que monte en su coche. Se detiene tras la puerta, les dice algo a los hombres dentro del coche para después cerrar y deshacer sus pasos hasta mí. Parece llevar una sonrisa para mi cada vez que me mira, algo que no sé si me agrada o me molesta, esta asociación tiene doble filo.

— No respondiste mi pregunta.

Solo le pedí un por qué antes de entrar a la sala de reuniones y prometió que más tarde tendría todas mis respuestas. Las quiero, obviamente.

— Esperaba poder irme antes de responder.

— Me juego demasiado por ti, creo que lo merezco.

Mira hacia el cielo peinando su cabello blanquecino y no comprendo su ligera risa a la nada.

— Sabes que muy bien que, lo que acaba de hacer, tira por tierra el trabajo que realizaste durante años, además de poner contra ti a todos los que una vez te siguieron.

— Me muero, Gabriella. — Pestañeó un par de veces sorprendida por su franqueza. — Cáncer. —Nuestros ojos hacen contacto y no hay ningún tipo de tristeza en ellos. — Supongo que así es como dios me recompensa tras una vida poco convencional.

— Un tratamiento quizá podría salvarte— niega con su cabeza. —No hay que ser tan negativo.

— Es tarde para mí, no lo han detectado a tiempo. Sin embargo, no me preocupa, a todos nos llega la hora y yo he tenido la suerte de vivir muchos años.

—Pareces en paz con la muerte.

— No hay que temerle, niña, la vida es un ciclo. Aunque eres joven para entenderlo.

Creo que la comprendo mejor de lo que debería, siempre me dio miedo a pesar de esos momentos en los que quise abrazarla, y sin embargo, cuando estuve cerca de tocarla no quería que llegase.

— Puede...— Escaneo su rostro, tiene la mirada perdida, sin enfocar a lo largo de la avenida. — Aun así, estás tirando por tierra tu legado.

— Eso no importa. Valoro más la vida de mi hijo, quiero que viva como lo hice, muchos años.

— Hay muy pocas posibilidades de que salga vivo de esta.

— Lo sé, pero haré todo lo que esté en mi mano. Le prometí a mi esposa que siempre lo cuidaría y aún desconozco el momento en el que fallé para que hayamos llegado a este punto.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora