Capítulo 55

64 7 0
                                    

Fabrizio

— Joder.

Golpeo el volante de mi coche una vez más, frustrado por llevar horas sentado en este pedazo de metal recorriendo la ciudad. Las calles empiezan a parecerme iguales y el dolor de culo empieza a ser una evidencia. No sé dónde más buscar.

—Donde mierda estás, Gabriella...— Murmuro para mí enfadado tamborileando con el pulgar.

Solo espero que aparezca pronto y no esté en ningún lío, es lo último que nos faltaba, nuevos problemas. El dolor empieza a instalarse tras mis ojos, aumentando cada vez que pienso en cómo voy a contarle a mí hermano que perdí a la pequeña de los Vitale por mi estupidez.

Me confié, pensé que solo sería una pataleta y volvería corriendo en cuanto se le pasase. Error mío. Siempre se me olvida de que el temperamento de Gabriella es algo extravagante, nunca sabes que esperar y siempre acabará sorprendiéndote. En mi plan inicial, esperaba voces, muchas voces, gritos, que me lanzase objetos por la encerrona que le preparé. Que sacase toda la mierda que guardase dentro para darle también la mía. ¿Y qué recibo? Se marcha, no me da el placer de una buena discusión.

Empiezo a no soportar a los Vitale. Son un dolor de culo.

Busco un cigarro y lo prendo, tirando el encendedor al asiento del copiloto. Espero que este al menos me ayude a relajar un poco, ya que estoy a punto de golpearme la cabeza a mí mismo por idiota, un par de veces contra el salpicadero a ver si pierdo el conocimiento hasta dentro de un mes y al despertar este todo solucionado. Rescato mi teléfono del asiento contiguo y vuelvo a marcar a Gabriella, que por no sé cuánta vez, me cuelga. Aprieto el teléfono con tanta fuerza con tal de no lanzarlo por la ventanilla que optó por gritar a la pantalla justo cuando la pantalla se ilumina.

Genial.

— Estaré allí en unos minutos. — respondo al ver llamada del número de uno de los clubes de mi familia, el cual ya me ha llamado de seguido desde hace algún tiempo.

Lo último que me faltaba, más problemas hoy... Solo espero poder solucionar algo antes de que alguien se entere o yo estaré también muerto, lo cual merezco. Solito me meto en todas estas dificultades.

Este asunto se está convirtiendo en un impasse.

Intento estacionar el coche lo más cerca posible del local al que me dirijo, algo casi imposible, pero que quiero hacer correctamente para equilibrar mi día. Tampoco funciona, a la mierda el karma, así que finalmente me decanto por dejarlo en la acera frente la puerta mal aparcado, nadie me dirá nada, ni recibiré una sanción por ello, para eso pagamos a la policía. Entro al edificio saludando al portero, que abre para mí sin importar las personas de la cola, ventajas de ser el dueño, el pasillo oscuro se abre en una gran sala escasamente iluminada. La recorro con la mirada buscando mi objetivo, algunas mesas están ocupadas por pequeños grupos que charlan y ríen, hay algunas personas bailando en la pista a la izquierda, pero mi atención se dirige a la barra donde el camarero levanta la mano para llamarme y señala el otro extremo. Me acerco a la persona, que un día más se encuentra ahogada en alcohol, y me mantengo en silencio a su lado mientras finge que no estoy aquí parado.

— Vamos grandullón, hora de ir a casa.

— Déjame en paz— Luca Vitale sacude su brazo de mi agarre tambaleante mientras se levanta del taburete.

— Sé que estás enfadado conmigo, pero podemos hablar de camino. — Tensa la mandíbula sin ocultar su enfado, está a nada de estampar un puño en mi cara. — Además necesito tu ayuda.

— No sé si quiero dártela.

Camina junto a mí y cuando se tambalea lo ayudo a caminar hacia fuera sin que ofrezca resistencia, como todas las demás veces que he tenido que recogerle, lo que suele ser unas cuatro veces por semana, si no son todos los días. Aunque he decir que agradezco cuando mi camarero llama para que lo recoja antes de que llegue a ese punto donde casi debo arrastrarlo o pedir una ambulancia. Es extraño que siempre venga al mismo bar, el de mi familia, y que pida que sea yo a quien llamen para recogerlo. Creía que me odiaba, algo que tras la supuesta muerte de Gabriella quedó descartado, a pesar de que en su sobriedad vuelva a ser un idiota con un palo en el culo.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora