Capítulo 63

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Gabriella

El timbre suena, no una, ni dos veces, más de las que me gustaría oírlo. Quien sea que este al otro lado quiere despojarme del cómodo y cálido mundo de los sueños, pero intento resistir enterrando la cara en la almohada y empujando al duro cuerpo que descansa junto a mí.

— Abre...

— No...— gruñe de vuelta.

— Adriano...

Bufa sonoramente y sonrío cuando se levanta de la cama buscando su ropa interior antes de ir a abrir mostrando ese maravilloso cuerpo que Dios le dio. La voz de su hermano resuena cuando abre y un molesto Adriano vuelve a la habitación para vestirse.

— Gabriella, Fabrizio ha traído cornertti.

Como un resorte, me siento en mí la cama, no puedo contener la sonrisa tonta que se instala en mi cara, pero culpare al golpe. Miro a Adriano abotonando sus pantalones de traje frente al espejo y le robo la camisa antes de correr hacia la cocina con el llamando por mí.

— Mi Aglieri favorito— saludo a Fabrizio.

— Ya te dijo mi hermano que traje el desayuno, ¿verdad?

— Noo, ¿cómo crees así?

— Fingiré que no es interés.

— Gabriella, necesito la camisa— dice Adriano agarrando el vaso que su hermano le tiende.

— Bien— tomo su chaqueta, que ha dejado descansando en la silla junto a mí al llegar a la barra de la cocina, y hago un cambio sin ninguna vergüenza, mientras Fabrizio mira para otro lado, aunque un poco tarde, sé que me ha visto las tetas.— ¿Mejor?

— Quiero estrangularte.

Toma la camisa de malagana, colocándola bruscamente sobre sus hombros y se la abotona.

— Esto es para ti — Fabrizio finge ignorar la situación mientras deja otro vaso frente a mí y abre una caja con deliciosos dulces.

— Te quiero. — Aunque cambio de idea cuando soy un trago y escupo el contenido de mi vaso de cartón quitando la tapadera. — ¿Qué es esto?

Fabrizio se apresura a limpiar mi desastre con servilletas de papel mientras intercambio mi mirada de él al líquido con indignación

— Leí que las personas con conmociones cerebrales no debían tomar café y te compre manzanilla— explica.

— No tengo una conmoción, ni siquiera dolor de cabeza, solo me duele el golpe cuando lo toco. Puedo beber café perfectamente.

— ¿Eres médico?

— Tu tampoco.

Adriano intenta contener la sonrisa mientras toma un dulce y arrastra su vaso hacia mí, tomando la manzanilla en su lugar después.

— ¿Has llamado a María?— cambia de conversación ignorando que lo miro con evidentes ojos de corazón. — Ha estado discutiendo con Simone, pero finalmente ya tienen fecha para la boda, quizá deberías ayudarla un poco.

— Si, lo haré. Aunque aquí el experto en organización de eventos es Fabrizio.

— Ya hice suficiente una vez y fue un desastre, no me pidas que vuelva a organizar nada.

— No fuiste un factor determinante en que todo se fuera a la mierda, sabes.

— Es verdad, fue culpa de Gabriella por dejarse apuñalar— suspira aliviado mirando a su hermano— y tuya que permitirse que nos lloviesen disparos.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora