María
Las lágrimas de mi amiga me generan demasiado desazón, intento ayudar y parece que nada funciona. Miro a Adriano, encontrando en su cuerpo los mismos sentimientos que en el mío, son obvias su angustia y preocupación. Intento sonreír mientras digo palabras tranquilizadoras pero me temo que mi peor cara de aflicción está presente.
— Déjanos solos, por favor.
Sujeto la cara de Gabriella limpiando sus lágrimas que no dejan de caer y caer, dudo si es lo correcto, confío en que mi amiga estará bien, pero siento que estoy fallando. Vuelvo otra vez a mirar al hombre que besa la cabeza de ella, quizá necesite su espacio también...
Si estar completamente convencida de mi decisión salgo al pasillo, me quedo junto a la puerta mordiendo mis uñas con la vista clavada en ella.
— Deberías ir abajo, querida— me sobresalto al sentir la mano de Lorenzo Aglieri en mi espalda.
Estoy tan preocupada, que el ruido de mi cabeza lo llena todo, y no lo sentí llegar. Trago grueso conteniendo mis propias lágrimas y el hombre me da una sonrisa que no le llega a los ojos.
— Prefiero esperar.
Lorenzo asiente y se adentra en la habitación, sé qué es de mala educación, pero miro al interior y escucho su conversación apoyada en la hoja abierta de la puerta. Adriano es breve y no se separa de mi amiga. Si tío vuelve hacia mí y me lleva hacia fuera con él cerrando la puerta a sus espaldas.
— Ven conmigo.
— No, quiero quedarme aquí.
— Va a estar bien, te lo prometo— intenta tranquilizarme pasando las manos por mis hombros y finalmente pone su mano en la espalda animándome a caminar con él. — Es mejor que vengas conmigo y también te calmes un poco, Adriano puede cuidar de Gabriella. Está en buenas manos.
Asiento caminando con él hacia el salón donde espera su familia. Me guía hacia un sillón y antes de que pueda agradecer, su esposa está depositando una taza de té en mis manos. Lorenzo deja un apretón en mi hombro y se aleja para reunirse con hijo y su sobrino, quedo completamente sola, de las otras mujeres no hay rastro, tampoco de Marco.
La sensación de incomodidad va creciendo en mi anterior a medida que el calor de la bebida va llenando mi cuerpo. Busco mi bolso con la mirada y recuerdo de que quedó en el solárium, sin darle muchas vueltas voy por él y lo encuentro colgado en la silla que ocupé. Lo mejor es que me vaya y vuelva para preguntar por Gabriella mañana, el nudo en mi pecho es cada vez más grande y no solo por el estado de mi amiga. No es momento ni lugar para dar rienda suelta a todas mis lágrimas.
Vuelvo a la casa con la intención de despedirme mientras busco en mi móvil algún tipo de transporte que pueda venir a recogerme. Ya sólo queda ir a la percha por mi abrigo y habré sobrevivido a esta noche, que para nada es lo que esperaba.
— ¿Ya te vas?— pregunta Lorenzo— Hay habitaciones de sobra si quieres quedarte.
— No quiero molestar, vendré mañana si a Adriano no le importa — cambio el peso de los pies incómoda bajo la atenta mirada de Simone, pero sigue sin dirigirme la palabra.
— Puede llevarte mi hijo— lo miro y apenas sonrío antes de responder.
— No es necesario, pedí un taxi, me recogerá en el cruce del camino, así que es mejor que empiece a andar, me llevará unos minutos.
— Querida, te das cuenta de que es de noche y no es muy seguro, deja que te llevemos o al menos deja que te acompañe.
— No es necesario...
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...