Capítulo 50

91 11 4
                                    

Gabriella

Siempre supe que los trenes en España daban problemas, pero creí que era solo cosa de los viajes hasta Extremadura. Sin embargo, aquí estoy, llegando a Valencia hora y media más tarde de lo que debería porque el AVE tuvo problemas técnicos a mitad de camino, dejando a los pasajeros encerrados en los vagones justo en medio de ninguna parte. Al menos llegamos a nuestro destino.

Si, Gabriella, quédate con lo bueno. Llegaste y punto.

— Viste, hija, — me dice la señora con la que compartía asiento y se ha asegurado de mantenerme entretenida todo el tiempo, — toda la gente está enfadada y yo me voy a ir con ellos al mostrador a reclamar, ¿segura que no quieres venir?

Sonrío negando ante la señora, se ha autodefinido jubilada aburrida con la única misión de fastidiar la vida de todos, y parece que va a cumplir con quien sea que la atienda en el mostrador.

— Se lo agradezco, pero debo volver a casa.

— Mira que viene a recogerme mi nieto, si te esperas puedo conseguirte una cena.

— No creo que su nieto este contento de que vaya organizándolo cenas a las espaldas.

— Nunca está contento con nada y ya debería tener hasta hijos, tiene treinta y seis años y a este paso moriré sin conocerlos. De su hermano me olvido que los tenga, es gay...— dice apenada.

— Bueno, usted ya tiene ochenta, estoy segura de que aguantarás los que haga falta.

— ¡Díselo a mí cadera!— la mujer sonríe caminando hacia la cola de las reclamaciones. — Ha sido un placer conocerte, espero que nos volvamos a ver.

— Lo mismo digo y gracias por las galletas.

Me abro paso entre la gente sin ser nada amable, solo tengo ganas de llegar a casa y desconectar. Necesito al menos una noche para despejarme y poder pensar que mierda hacer ahora. Podría parecer que el retraso del tren me ha irritado, pero a ver cómo le explico a María que mi casa tiene una familia de ocupas dentro y no he podido acceder a nada de lo que tenía escondido.

Calma...

Atravieso las puertas de la estación y sin detenerme a mirar si hay taxis libres comienzo a caminar hasta casa, tomar uno ahora será imposible y más adelante está el autobús. Aunque no llego muy lejos. Me obligo a detener mis pasos cuando reconozco a la figura trajeada que se detiene a escasos pasos frente a mí con las manos en los bolsillos.

— Tenemos que hablar.

— En otro momento.

— Este es un buen momento.

— No tengo ganas de discutir contigo, Adriano, mi fin de semana ha sido una mierda— intento pasar de largo pero me corta el paso.

— Esto es muy importante, no habría tirado de mis contactos para venir a esperar a pesar de los retrasos ferroviarios si no lo fuera.

— Eres irritante.

— No, — toma mi brazo y me obliga a caminar junto a él, — tú estás irritada que es diferente. — No me hace falta mirarlo para saber qué ha sonreído. — Tengo el coche un poco más abajo.

— ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme?

— Espera. — Caminamos un poco más lejos hasta detenernos junto a un coche negro y Adriano me abre la puerta. — Entra.

Cierra mi puerta y no aparto la mirada de él mientras lo rodea hasta estar tras el volante. Sigue siendo sexy como la mierda con esos trajes.

— ¿Y bien?— Dice tras arrancar sin abandonar el estacionamiento. — Dame una dirección.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora