Gabriella
Siempre supe que los trenes en España daban problemas, pero creí que era solo cosa de los viajes hasta Extremadura. Sin embargo, aquí estoy, llegando a Valencia hora y media más tarde de lo que debería porque el AVE tuvo problemas técnicos a mitad de camino, dejando a los pasajeros encerrados en los vagones justo en medio de ninguna parte. Al menos llegamos a nuestro destino.
Si, Gabriella, quédate con lo bueno. Llegaste y punto.
— Viste, hija, — me dice la señora con la que compartía asiento y se ha asegurado de mantenerme entretenida todo el tiempo, — toda la gente está enfadada y yo me voy a ir con ellos al mostrador a reclamar, ¿segura que no quieres venir?
Sonrío negando ante la señora, se ha autodefinido jubilada aburrida con la única misión de fastidiar la vida de todos, y parece que va a cumplir con quien sea que la atienda en el mostrador.
— Se lo agradezco, pero debo volver a casa.
— Mira que viene a recogerme mi nieto, si te esperas puedo conseguirte una cena.
— No creo que su nieto este contento de que vaya organizándolo cenas a las espaldas.
— Nunca está contento con nada y ya debería tener hasta hijos, tiene treinta y seis años y a este paso moriré sin conocerlos. De su hermano me olvido que los tenga, es gay...— dice apenada.
— Bueno, usted ya tiene ochenta, estoy segura de que aguantarás los que haga falta.
— ¡Díselo a mí cadera!— la mujer sonríe caminando hacia la cola de las reclamaciones. — Ha sido un placer conocerte, espero que nos volvamos a ver.
— Lo mismo digo y gracias por las galletas.
Me abro paso entre la gente sin ser nada amable, solo tengo ganas de llegar a casa y desconectar. Necesito al menos una noche para despejarme y poder pensar que mierda hacer ahora. Podría parecer que el retraso del tren me ha irritado, pero a ver cómo le explico a María que mi casa tiene una familia de ocupas dentro y no he podido acceder a nada de lo que tenía escondido.
Calma...
Atravieso las puertas de la estación y sin detenerme a mirar si hay taxis libres comienzo a caminar hasta casa, tomar uno ahora será imposible y más adelante está el autobús. Aunque no llego muy lejos. Me obligo a detener mis pasos cuando reconozco a la figura trajeada que se detiene a escasos pasos frente a mí con las manos en los bolsillos.
— Tenemos que hablar.
— En otro momento.
— Este es un buen momento.
— No tengo ganas de discutir contigo, Adriano, mi fin de semana ha sido una mierda— intento pasar de largo pero me corta el paso.
— Esto es muy importante, no habría tirado de mis contactos para venir a esperar a pesar de los retrasos ferroviarios si no lo fuera.
— Eres irritante.
— No, — toma mi brazo y me obliga a caminar junto a él, — tú estás irritada que es diferente. — No me hace falta mirarlo para saber qué ha sonreído. — Tengo el coche un poco más abajo.
— ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme?
— Espera. — Caminamos un poco más lejos hasta detenernos junto a un coche negro y Adriano me abre la puerta. — Entra.
Cierra mi puerta y no aparto la mirada de él mientras lo rodea hasta estar tras el volante. Sigue siendo sexy como la mierda con esos trajes.
— ¿Y bien?— Dice tras arrancar sin abandonar el estacionamiento. — Dame una dirección.
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...