Capítulo 74

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Adriano

Estar reunido con toda la Comisión en uno de mis hoteles de Nápoles no es lo que realmente me apetece cuarenta y tres minutos, exactos, tras la muerte del hijo de mi prima. Aunque no debería, todos sabemos que mi tía va a llorarlo y nos odiamos no estar para ella, mientras por aquí, llegar a un acuerdo se está volviendo complicado hoy. Y no dudo que terminemos la discusión hasta bien entrada la noche. Al fin y al cabo, solo podemos actuar por unanimidad. Y poner de acuerdo a cinco familias es demasiado difícil cuando cada quien tiene sus intereses...

—Debemos bloquear sus conexiones, tenemos más medios que el maldito Rossi. Sitiarlo.

—No podemos— se queja Bonani, tan implicado como yo en este asunto...—Ha cerrado un trato con los albaneses, si interferimos tanto los Aglieri como yo ponemos en riesgo algunos de nuestros negocios.

Claudio Bonani o se equivoca, sabotear a un aliado es lo último que deberíamos hacer, tiramos por tierra la confianza que depositan en nosotros y el resto de aliados podría sentirse también amenazados. Sin contar que nuestros negocios irían a pique y perderíamos cantidades desorbitadas de dinero.

— ¿Y si les ofrecemos algo mejor?— Propongo tal y como sugirió mi primo de camino hasta aquí. Él barajo mil escenarios antes que nadie.

— ¿A Rossi?— Cuestiona Constantino. — ¿Acaso en ese tiroteo también te golpeaste la cabeza?

—No, joder, a los albaneses.

— ¿Que te hace pensar que aceptarán?— Sé que Bonani puede parecer escéptico ahora, pero será el primero en seguirme.

—El mero hecho de perder todo contacto con la Comisión y convertirnos en sus enemigos. ¿Te parece poco?

Enciendo un cigarro, más nicotina en el aire de la sala de reuniones, la cual dudo que se libre del olor a tabaco solo con ventilarla. Incluso los presentes debemos oler a cenicero ahora mismo.

—O sea, ¿tu solución es ponerlos en un aprieto?— Asiendo mientras expulso el aire. — ¿Y si sale mal?

—No importa, porque matar a Rossi podría llevarnos al mismo punto.

—Aglieri tiene razón — me apoya Fiore. — en realidad no perdemos nada por intentarlo.

—No lo veo prudente. — Chasquea Constantino.

— ¿El asesinato de Isabela lo fue?— la sorna en la voz de D'Angelo levanta el barullo.

La sala vuelve a estar una vez más en un intercambio de ideas masivas, o más bien, siendo más sinceros, entre insultos lanzados de unos a otros. Débiles esfuerzos por reprocharnos aquello en lo que todos hemos fallado. Así pasamos las siguientes horas, tal y como predije. Sin embargo finalmente trazamos un plan conjunto. Un pequeño seguro frente a las intenciones de Rossi.

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Desciendo de la parte trasera del todoterreno de Bonani, uniéndome junto al resto de líderes de la comisión. Frente a nosotros, nuestro encantador anfitrión Guido Rossi y sus recientes aliados... Un grupo de diez albaneses armados con subfusiles acompañados por su jefe.

—Habéis respondido rápido.

Saluda el idiota de Rossi cuando llegamos a su punto de encuentro en medio de la nada en un área de descanso abandonada a 20 km de un pueblo de la campiña.

—Estábamos ansiosos por verte— Fiore vira sus ojos mientras acomoda su traje. —Las últimas cuarenta y ocho horas a la espera han sido un castigo sin ti.

—Cuidado, viejo, al final pensaré que me amas y todo.

Si Rossi pretendía ser gracioso, solo me queda decir que acaba de clavar un clavo más en su ataúd, el odio de Fiore es tan visible que su mandíbula estallará en cualquier momento.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora