Adriano
Apartar la vista de mi hermano se ha convertido en misión imposible, lleva largos minutos haciéndose piropos mientras se viste y contener la risa se está volviendo demasiado tedioso. Lo siento mamma, pero es imposible ocultar que dejaste caer de bebé a Fabrizio Aglieri. Volteo hacia mi espejo, ignorando como se peina diciendo algo sobre las mujeres que llorarán por no poder dormir en su cama y abrocho los botones de mi camisa tan torpemente que mis dedos parecen tropezar.
Parecen espaguetis enredados.
— Estás nervioso— menciona Casanova colocando las mangas de su traje azul real.
— No, no lo estoy— quizá un poco, pero decírselo a mi hermano es como pactar con el diablo. Peligroso.
Tomo la corbata e intento anudarla también siendo un desastre como no he sido nunca. Joder, esto está todo mal. No debería estar emocionado por casarme cuando sé que no tiene gran validez, soy un idiota intentando engañarme.
— Deberías haber elegido la tela azul con flamencos rosas para el traje, era más divertido.
— Me gusta este, no necesito hacer el ridículo en mi boda, gracias.
— Es aburrido — se acerca a la percha donde descansan mi chaqueta y el chaleco y finge quitarle pelusa. — Demasiado clásico.
— Bueno, es mi estilo.
— Simplemente es gris, tiene más trajes en ese color.
— No tengo ninguno en marengo.
— Me dan ganas de pegarte cuando te pones tan específicamente repelente.
Sonrío finalizando el nudo y paso por su lado tomando el chaleco, que es unos tonos más claro que el resto del traje.
— ¿Por qué no usaste tú los flamencos?
— ¿Quién dijo que no?
— Te veo de azul.
Fabrizio levanta la patera de su pantalón revelando unos calcetines azules con flamencos rosas mientras una sonrisa arrogante se planta en su rostro.
— Impresionado ¿eh?— dice orgulloso. — Fue amor a primera vista, una jodida pasada.
— Espero que tu ropa interior no sea igual.
Niego con la cabeza y voy hasta la cómoda comprobando que mi arma está cargada, saco el cargador, hago recuento y lo vuelvo a introducir.
— Ahí me he mentido tan clásico como tú— se coloca a mi lado mientras guardo las balas de repuesto en el cajón. — ¿Qué haces?
— Pensar donde meter la pistola.
— Ya, bueno, en cuanto a eso...— toma el arma de mis manos como si tuviera lepra. — No deberías llevarla el día de tu boda. Lo último que falta es que Gabriella saque un puñal del ramo.
— No llevará ramo.
— En ese caso, — guarda mi arma en la parte trasera de su cintura ignorando mi mala mirada, — tu tampoco pistola.
— No me gusta ir sin ella, — palmeo su brazo, — trae acá.
Rueda los ojos exageradamente antes de desviarse a tomar el estuche con mis gemelos y volver para colocármelos ignorando mi demanda.
— Me estás enfadando.
— Tu siempre estás enfadado— palmea mi cara con una de sus estúpidas sonrisas y me empuja hacia adelante. — Ve acabando que el novio no tiene permitido llegar tarde.
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...