Capítulo 30

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Adriano

Decir que la noche ha sido una mierda es quedarse corto. He estado tan molesto que he dado una vuelta tras otras consiguiendo irritarme más. En cada momento sin parar de pensar que deben estar tramando los Rossi o todo el asunto que envuelve a Gabriella, estoy molesto con ella por ocultar algo tan importante.

Ay, Gabriella.

Con ella todo tienen que ser secretos y el maldito orgullo. Nunca puede pedir ayuda, nunca quiere. Ni aunque su vida dependa de ello. Tiene que verse contra las malditas cuerdas para hacerlo. Odio su jodida actitud, que de repente aparezca con algo como esto no sé si me hace querer matarla o protegerla. De verdad.

El día que la vi en casa de los Vitale y supe quién era, solo me hacía gracia la idea de verla enojada por ser mi esposa, esperaba que ese sería el único problema. Su testarudez. Y desde el principio pensé que la mayor amenaza sería la ira de su padre con tanto reto, lo peor de todo es que sabe desde hace tiempo no se siente segura y que podrían haberla matado. Al contrario de lo que piensa, yo no la habría mantenido al margen en una burbuja. Obvio me habría preocupado más por ella y quizá podría haberme excedido con la seguridad, porque para rematar, no olvidemos que como el idiota que soy estoy dispuesto a ponerme a sus pies con tal de verla bien.

Gabriella vas a acabar conmigo.

La sangre burbujea en mi interior desde el momento que abandonamos la casa de Gabriella, ni mi hermano no mi primo se han atrevido a decir palabra respecto al tema. Cuando Simone apareció en mi casa para desayunar, quise gruñirle por lo temprano que era, pero por desgracia no podemos permitirnos días libres. Los he dejado desayunar sin participar en sus conversaciones y ahora, mientras monto con ellos en el coche y conducen hasta la villa de Lorenzo, mantengo la misma postura. Necesito la ayuda de mi tío, el podrá lanzar claridad a este asunto. Todos saben que me gusta tomar decisiones junto a mi familia más cercana, no es ningún secreto, y ese hombre es otra de las personas en las que más confío, me gusta contar con su aprobación y experiencia.

Cuando llegamos, me adentro en casa de mi tío sin esperar a mis acompañantes. Puedo estar comportándome con un cabrón, pero necesito respirar antes de poder abrir la boca o quizá me arrepienta de lo que salga de ella.

— ¡Adriano, tesoro! È bello vederti. (¡Adriano, cariño! Qué bueno verte.)

Mi tía Ginevra sale a saludar, pero la ignoro y voy directo a la licorera que descansa al fondo del salón para servirme un vaso de Whisky. Mi tío, notando mi actitud, o quizá, toda la ira que me recorre, despide a su mujer y comparte una mirada con su hijo.

Nadie habla en la sala y me dejo caer en uno de los sillones mientras todos esperan pacientes. Quiero golpear algo y el movimiento nervioso de mi pierna me delata. Motivo por el que nadie se atreve a decir palabra. Me siento como un león enjaulado, listo para atacar en cuanto se abra la puerta...

Suelto todo el aire de mis pulmones y acepto el siguiente vaso que me ofrece mi hermano, si bien la paciencia no es una cualidad que brille en mi familia para ciertos aspectos, mi tío hace alarde de ello.

— ¿Quién de vosotros me va a decir que cojones pasa aquí y por qué él está así?— se dirige a mi hermano y mi primo mientras no me mira apuntándome con el pulgar.

Mi consigliere y mi sottocapo comparten una mirada antes de que sea el hijo de Lorenzo quien decida responder vagamente.

— Su prometida está en peligro.

— ¿Y cuando alguno de nosotros no lo está?— se burla mi tío.

— Sabino Vitale no está muerto y creemos que puede estar aliado con los Rossi— abro y cierro la mano que tengo libre intentando aligerar la tensión de mi cuerpo.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora