Capítulo 31

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Gabriella

— Habla, pequeña Gabriella, estoy muy intrigado.

— Necesito que me ayudes a salir de la ciudad sin que nadie se entere, especialmente Luca y los Aglieri.

—No te ofendas por mi pregunta, pero aún valoro mi vida. ¿A dónde quieres ir?

— Turín.

Valerio se reclina hacia atrás en el sofá de su casa, sus ojos no se apartan de los míos y no tengo ni la más mínima idea de cómo leer su expresión. Parece estar pensando o evaluándome, o quizá sea su personalidad contemplativa trabajando en cabeza.

— Me voy a arriesgar— continua igual de inexpresivo pero con la mirada dominante sobre mí. — ¿Con qué finalidad?

— Investigar.

— Gabriella, que sean las siete de la mañana y, quizá me encuentre un poco lento de razonamiento, no significa que sea estúpido. No voy a ayudarte a llegar a territorio de los Rossi.

— Necesito encontrar a mi tío, Val.

— Ponerte en peligro no es el camino correcto, no creas que tu hermano no me tiene al día.

— Sí, sí, sí, ya me quedó claro que sois como la uña y la mugre.

— Voy a ser claro, primero de todo, no te voy a ayudar porque me caes bien y eres importante para Luca— levanta sus largos dedos enfatizando su postura. — En segundo lugar, me matarían solo por prestarme a este disparate. Voy a ser egoísta poniendo mi vida por delante.

— Eres mi única opción, — pongo mi mejor cara de pena, un intento de ablandar su corazón, —por favor.

— He dicho que no— contesta tranquilo, repantigado en su sillón.

— Te debería un favor, el que quieras.

— Informaré a Luca sobre esto.

— ¡Venga, no me jodas!— frunzo el ceño y le lanzo una mirada enfadada.

— Tienes ideas suicidas, Gabriella, a las cuales no pienso contribuir.

— Antes molabas.

— Si te refieres a cuando era un adolescente, si, lo hacía —golpea en índice en su sien con una sonrisa y estúpidamente me molesta más. — Ahora he madurado y uso la cabeza.

— Para ser un amargado.

— Te pareces a Luca, ahora solo dejas que hable tu enfado. Seguramente estés irritada por no dormir.

— Lo estarás tú.

— Pues sí, es el efecto que causa que alguien me despierte a las siete de la mañana cuando puedo dormir hasta tarde.

— Pues ya me voy, tranquilo.

Tomo mi mochila con brusquedad y camino hacia la puerta si esperar que Valerio me siga. Salgo a la calle y camino por la acera, seis casas más abajo decido darme la vuelta y correr otra vez a casa de Val, me detengo en el portal y pico el telefonillo. Cuando contesta, tomo mi venganza.

— ¿Quién es?

— ¡Jodete, idiota!

Marcho corriendo como si hubiera cometido el peor de los crímenes y sin saber por qué, me detengo a reír como una loca. Eso fue lo mejor que me ha pasado es tres días, soy patética.

Culparé a la falta de sueño.

Con mi excusa, igual de patética que yo, me doy un paseo hasta mi cafetería preferida. Pido tres cafés para llevar, si tres, supongo que María volverá a tener compañía. Sintiendo generosidad, compro también una caja llena de corneti y pago a la chica del mostrador. Una hora después de mi encuentro infructuoso con Val estoy llegando a casa y colgando la llamada sesenta y tres sin responder a Adriano, cierro la puerta sin hacer ruido y dejo todo sobre la barra de la cocina. Los gemidos del fondo de la casa me confirman lo que ya suponía, así que con calma cuelgo mi bolso y mi abrigo en la percha con una mala idea rondando nuestra cabeza.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora