Capítulo 45

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Adriano

— Los trámites legales podrían demorarse, hay huelga en los juzgados— dice Antonio Benavides.

— Te pagaremos más si los tienes para inicio de la próxima semana— lo incentiva mi tío.

— Tendría que hacer unas llamas y cobrarme algunos favores. Nada es imposible si se sabe a quién llamar.

— Haz lo que debas— la camarera retira mis platos dedicándome una mirada coqueta. — Nosotros no somos los que tenemos prisa.

— Estoy seguro de que Gustavo está más interesado.

— En realidad querría comentarlo una vez más con mi mujer— declara después de una hora reunidos sorprendiéndonos a todos. — Este hotel fue su vida y me siento como una mierda vendiéndolo.

—Non rompermi i coglioni— (No me jodas) gruñe mi hermano en nuestra lengua.

— Bien, aunque no se sorprenda que la oferta cambie si se demora— lo amenazo.

— Gustavo, está es el mejor precio que podrías recibir— Antonio intenta que razone pero el hombre niega con la cabeza. — Saldrías limpio.

— Lo siento, tengo que irme— el hombre parece apurado.

— No te marches ahora — vuelve a interceder Antonio. — Hablemos— el viejo niega. — Podemos reunirnos otra vez mañana. ¿Verdad?

Nos mira y asiento en su dirección mientras el hombre mayor se pone en pie y Antonio lo copia intentando entender que pasa con sus miradas silenciosas.

— A las diez aquí mismo, sean puntuales.

Antonio se disculpa y se despide, al igual que el otro hombre, que de repente parece que haya visto un fantasma. O quizá le esté dando un infarto.

No me importa, no soy yo quien tiene deudas.

Hundo la cuchara en mi tiramisú sin apartar la mirada mientras cruzan la elegante sala discutiendo en voz baja.

— Si nos ha hecho perder el tiempo, lo mato— aclara Fabrizio. — Podría estar con Enzo en Florencia encargándonos de algunos mierdecillas en lugar de aquí sentado. Aun no sé porque estoy aquí.

— ¿No te gustan nuestras no vacaciones?— bromea Simone.

— Cállate, idiota.

Mi hermano parece no entender que no soy inmortal y si algo me pasa, básicamente todo pasara a sus manos, por eso está aquí. En esta nueva guerra con los Rossi es incierto nuestro futuro.

— No vamos a matar a nadie— digo tras tragar la segunda cucharada del delicioso postre. — Está hasta el cuello, va a aceptar.

— Es un hombre desesperado, tiene que elegir entre vivir o pagar y si es inteligente...— mi tío mueve su mano aclarando lo obvio. — No va a dejar a su familia con la carga de su gran deuda, es más, la venta de este hotel le daría la liquidez suficiente para...— mi tío corta sus palabras y acto seguido una mano se posa sobre mi hombro haciendo que detenga el movimiento de la cuchara.

— Ehi, dolcezza, ti sono mancato? (Hola, cariño, ¿me echaste de menos?)— tenso la mandíbula ante la voz femenina que reconozco muy bien mientras mi hermano y Simone me miran con una ceja alzada. Volteo mirando a Francesca que sigue hablando en nuestra lengua. — ¿No te alegras de verme?

— Creo que fui claro en Positano.

— Lo suficiente, pero aún podemos disfrutar de un buen rato juntos— nos regala una gran sonrisa a todos los presentes y me pongo en pie, — ¿Significa que te interesa?

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora