Capítulo 52

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Simone

Leo una vez más las palabras impresas frente a mí, de todas las posibles soluciones que discutimos en aquella habitación de hotel aun no entiendo porque todos votamos la más descabellada que pudo lanzar mi padre. Según Fabrizio, practicidad; según Adriano, mi ruina; para mí; desesperación. Deslizo los folios dentro de la carpeta y los regreso a mi maletín. Lo dejo junto al sofá y me levanto de este para ir a la cocina y ocupar una silla frente a mi hijo al otro lado de la mesa.

Aunque mi atención debería estar en él, no puedo apartar la mirada de la mujer que va de un lado a otro de la cocina tomando y soltando utensilios y alimentos... Puede que lleve dos días durmiendo en su sofá, pero la recompensa es poder verla en la mañana. María deja una jarra con café y un plato con una pila de pan tostado sobre la mesa y después se sienta junto a Bruno para darle el desayuno. Ahora mismo, el documento en mi maletín se siente como una gran bomba a punto de explotar, obviando el hecho de que llevo aquí desde hace dos días y aún no he sido capaz de sacarlo.

Y se volverá a Italia conmigo... Como todas las veces.

— Puedes ir a buscar lo que quieras comer con el pan— mi mira mientras lleva la cuchara a la boca de nuestro hijo, que parece ansioso, — y los vasos ya sabes dónde encontrarlos.

Levanto una ceja ante su sequedad esta mañana y espero golpeando el índice sobre la mesa antes de levantarme a tomar una taza para cada uno. Sirvo el café y busco las mermeladas que me ofreció ayer en la mañana. Vuelvo a la mesa y preparo el pan para ambos.

— Gracias — responde cuando deslizo el plato de pan tostado con mermelada frente ella y junto la taza de café.

Mantiene toda su atención en Bruno, jugando con el mientras lo alimenta y teniendo muchísima paciencia ante el parloteo del niño. Desvío la mirada de ellos para deslizarme por los mensajes en mi teléfono y escribir a mi primo Adriano.

<< ¿Cómo está yendo?>>

<< Estupendo. >>

<<Con tanta felicidad pareces estar en Disney. >>

<<Es lo que me produce limpiar tu mierda. >>

<<Por cierto, el diálogo no está funcionando>> responde a los pocos segundos.

Aprieto mi mandíbula mientras golpeo mis dedos contra mesa ansioso, levanto mi mirada y los ojos de María me están estudiando, tomo un sorbo de café bajo su mirada escrutiñadora.

<< A la mierda.

Autorizo el plan B. >>

No puedo verle pero sé que está enfadado.

<<Que le den a las consecuencias, son un problema menor. >>

<<Esta tarde mimo estoy allí solucionándolo. >>

<<Ayudaría que esta vez no seas un cobarde. >>

Guardo el teléfono en mi chaqueta y continúo con el desayuno. María, a su vez, limpia a nuestro hijo y se dispone a comenzar el suyo. Solo da un mordisco del pan antes de gruñir y golpear su palma sobre la mesa.

— ¡Ya está bien! ¿De qué va todo esto?

— ¿El qué?

— Esto, — mueve el dedo indicando nuestro alrededor, — sé que hay algo que no me estás diciendo.

— Solo estoy desayunando.

— ¡No te hagas el idiota, Simone!— levanta la voz.

— Cuida las palabras— miro al niño— tienes a tu hijo delante.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora