Capítulo 58

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Fabrizio

Adriano se queda quieto, parado en medio de la calle, observando como Gabriella se aleja. Me detengo en doble fila y coloco los cuatro intermitentes dejando que los coches me rebasen. Solo cuando mi hermano la pierde de vista, camina en mi dirección y sube a mi coche cerrando con fuerza.

— No me gustan los Bugatti con puertas abatibles.

—No estoy para tonterías.

Quito la intermitencia y me reincorporo al tráfico, con tan mala suerte de quedar atrapado en un atasco. Nosotros avanzamos lentos, el carril a mi lado o se ha movido ni un centímetro

— ¿A dónde se supone que debo llevarte?

— A casa de Luca Vitale.

— No se nos ha perdido nada allí— golpeteo mi dedo sobre el volante, no sé si quiero ver al hermano de Gabriella.

— Cierras la boca y conduces.

— ¿Está siquiera en casa?

— Hablé con él antes de venir hasta aquí, hasta esta noche no tiene ocupación. Por lo visto él y Valerio acompañarán a Enzo hasta Firenze.

El trafico avanza más dejándome ver que los causantes de la conglomeración fueron dos motos que chocaron, cuyos conductores ahora discuten en uno de los carriles.

— ¿Se encargarán ellos de corroborar la información de la mujer de Bonani?

— Si, y si es cierto, podría ser muy peligroso.

— Será peligroso de cualquiera de las maneras, precisamente sus caras son conocidas, pertenecen a una de las familias principales. Meterse en el territorio de un posible traidor no será un paseo por la playa.

— Si la información se verifica, son el mejor respaldo para acabar con los traidores. Unos subordinados no enviarían el mismo mensaje.

— Creía que Constantino tenía de niño bonito.

— Lo está castigando, cuando no está ocupado con los negocios legales, lo envía a ensuciarse las manos.— Adriano me indica un aparcamiento libre no muy lejos de nuestro destino antes de soltar un resoplido irónico y seguir hablando.— Al parecer debe endurecerlo por mostrar tanta debilidad con su hermana.

— ¿Dónde has oído eso?

— Lorenzo sigue siendo chismoso hasta la médula. Le preguntó al mismo Constantino que le pasaba con su hijo.

Una anciana nos sostiene la puerta para que accedamos al edificio manteniendo su carrito para la compra en la mano libre. Ambos le agradecemos y subimos al primer piso.

— Luego se queja de su mujer... Están cortados por el mismo patrón.

— Han desarrollado mente de colmena— se burla Adriano.

— A veces me da miedo su sincronía.

Adriano me sonríe mientras toca el timbre de Luca. Mi hermano insiste varias veces antes de que el dueño del apartamento nos reciba en calzoncillos con un cigarro entre los labios.

— Vienes pronto— se hace a un lado dejándonos pasar.

Todo está más limpio que cualquiera de las veces anteriores a las que entre aquí. Ahora incluso ha redecorado, algo que se agradece cuando nos invita a tomar asiento y se deja caer en el sofá opuesto sin ponerse nada de ropa.

— Unos pantalones no te sobran— medio bromea mi hermano.

— No tengo nada que tú no tengas o no hayas visto nunca.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora