Capítulo 67

54 6 4
                                    


Gabriella

Debería haber tenido miedo, lo sé, pero no llegaba. Mi corazón no latía despacio y sentía flotar. Era contradictorio, no me sentía, pero algo dentro de mí gritaba que todo estaba mal. Lo más loco de todo, es que mi madre volvía a manifestarse, está vez más real que nunca, sentía que estaba ahí, no como las otras veces. Juraría que era corpórea...

Quería su cercanía.

Ahora sé que no estoy loca, al menos, solo que abuse un poquito de algo que no debía y eso parece tener furioso a Adriano. No me mira, ni habla, ha paseado por su salón cientos de veces desde que volvió. Aunque lo mismo ocurre con su hermano, sus miradas molestas desde el sofá junto a mí son un maldito fastidio.

— Te ves bastante lúcida, es un alivio — el pobre médico, que lleva sin parar en todo el día, acepta la taza de café que le ofrece Lorenzo. No lo voy a decir, pero también quiero una. — La parte positiva es que no perdiste el conocimiento.

— Lo positivo habría sido que no hubiera habido más problemas hoy. — Si, Lorenzo también parece enfadado, ni que hubiera criticado cuando cruzó la puerta salpicado de sangre y tuvo que ir a limpiarse. No entiendo a qué viene su drama. — No me mires así, te lo has buscado sola.

No sé qué me busqué, realmente desconecte un poquito de su verborrea. Últimamente lo odio, parece bipolar, y eso que al principio lo consideraba agradable.

— ¿Tienes las pastillas aquí?— pregunta el médico con simpatía, barriendo la mordacidad de Lorenzo.

— Si...— siento la boca un poco pastosa y mucha pesadez, podría dormir por horas.

— ¿Puedes dejármelas por un momento?

Busco en mi bolso, lo localizo junto a Fabrizio, el cual me lo acerca. En el interior, doy con el bote con facilidad y se lo entrego mientras se para frente a mí.

— No está en su embalaje original.

— No, se terminaron y las consiguió un amigo que trabaja en un laboratorio. — O algo así, pero no voy a dar más detalles.

— ¿Cuántas tomas al día?

— Lo que necesite...— muerdo el interior de mi mejilla.

Adriano bufa y ambos lo miramos aunque el no a nosotros. El médico se sienta sobre la mesa baja aun quedando frente a mí, me gustaría recordar su nombre, sé que en algún momento lo dijo. Mientras habla, saca algunas cosas de su maletín, pero mi atención no está sobre él.

— Necesito que sea más precisa, señorita Vitale.

Miro a Adriano una vez más, ahora se acerca situándose junto al médico, con su brazo dañado en un cabestrillo y el sano con su mano en el bolsillo. No me transmite nada, solo una mirada plana que acompaña con una ceja alzada cuando tardo en responder.

— Normalmente dos.

— O sea, quiere decir que algunas veces son más.

— Solo si me altero, no me gusta la sensación de descoordinación constante.

— Comprendo— el médico mira a Adriano y anota algo en el cuaderno que descansa en su regazo. — ¿Tiene más, señorita Vitale?

— No, solo esos.

— Voy a enumerar algunos síntomas y me dirá si los ha sufrido en algún momento: Labios y uñas de los dedos de la mano de color azulado, visión borrosa, visión doble, respiración lenta y forzada, o se ha detenido, confusión, depresión, mareos, somnolencia, falta de lucidez mental, excitabilidad, hipo, erupción cutánea, malestar estomacal, cansancio, temblor, debilidad, movimiento descoordinado ¿Ha sentido alguno?

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora