Capítulo 64

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Adriano

Gabriella está inmóvil, con esos preciosos ojos verdes sobre los míos. Me es imposible no recorrer su rostro, es diferente a la chica que conocí en Firenze. Sus pómulos están más marcados, ha perdido peso y las medias lunas bajo sus ojos denotan el cansancio, ni el maquillaje puede ocultar lo evidente.

—No me gustaría que la amistad entre nuestras familias se rompa si decides matar a mi hija— habla Constantino sorprendiéndome, a pesar de que hacer todo lo posible por no demostrarlo. — Sería una lástima declararnos la guerra entre nosotros ahora.

— Es gracioso que ahora te importe tu hija, Constantino. ¿A caso también es conveniente para ti que se guarde la información?— Escupe mi tío con odio sin apartar el cañón.

— ¿Nos pueden dejar? Les buscaré cuando resolvamos esto— pido al resto de ocupantes de la sala, los cuales le abandonan sin oponerse. — Lorenzo, baja el arma. — Pido una vez estamos solos.

— Padre, no está pensando con claridad— media Simone poniendo la mano sobre el hombro de su padre antes de continuar. — Siempre medita cada acción que lleva a cabo y nos pide que hagamos lo mismo.

Lorenzo resignado devuelve el arma bajo su chaqueta. Voltea pasando la mano por su pelo y palmea la espalda de su hijo antes de alejarse unos pasos hacia su nieto, el cual no había notado que hubiera entrado a la habitación, pero ya lo sermoneare más tarde.

— Gabriella —, la aludida mira a su hermano con la expresión totalmente en blanco, como si nada de lo ocurrido le afectase. —Harías bien en hablar.

— Estoy esperando una disculpa— responde antes de murmurar algo sobre tener la razón que no oigo con claridad.

Algún día la estrangularé y no será de forma romántica.

— No voy a discúlpame — se defiende mi tío soltando una risa seca. — Debes estar loca. Me caes bien, Gabriella, pero después de todos los problemas que nos has causado y la información que ocultas, estoy empezando a replantearme en qué lado estás, no puedes culparme por desconfiar y estar harto.

— Es un poco hipócrita de tu parte decir eso, cuando hacéis lo mismo.

— Son asuntos de hombres, Gabriella.

La cara de Gabriella se transforma ante la última frase de mi tío y me veo obligado a intervenir antes de que abra su boca y deje salir de ella todos los insultos que se le ocurran, como ya pasó en otras ocasiones.

— Podemos hacer un intercambio, — miento, — tu nos lo cuentas y yo te cuento otra cosa.

— Adriano...— levanto la mano para que mi tío calle mientras sigo tentando al gato enjaulado.

— Bien, tu primero.

— No, estás molesta— aunque eso se queda corto, — estoy seguro de que después no lo dirás.

Gabriella cruza los brazos sobre su pecho y no puedo evitar que mis ojos viajen hasta ellos, pero al volver a mirar su cara, me recibe una ceja alzada al tiempo que muerde el interior de su mejilla.

— No sé de quien hablaba, el nombre me suena, aunque no lo ubico. Vittorio aseguró que Simone lo conocería.

— Al grano, Gab— bufa su hermano a su espalda.

Resopla molesta antes de continuar.

— Basile.

— Como Letizia Basile?— Pregunto mirando a mi primo y a mí tío.

— No lo sé, solo me dio un apellido y dijo que su cuartada se desmontaría si preguntaba en los puertos. No sé más, ni siquiera a que puertos se refería.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora