Capítulo 53

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Gabriella

Voy a volverme loca entre estas cuatro paredes, aunque todo es culpa mía, fui quien quiso fingir mi propia muerte y eso me lleva a estar oculta a los ojos de cualquiera que pueda reconocerme en este país. Una mala decisión tal vez, quizá nunca se me ocurrió que podría estar en casa de Adriano, que tuviera una reunión y que eso haría imposible vagar por la casa. Cada segundo que pasa me siento más desvariante.

Tres horas y veintiséis minutos.

¿Quién puede estar reunido tanto tiempo?

Me he sentido tentada a atravesar la puerta del despacho unas ocho veces en la última hora, pero nada más lejos que eso, recuerda, debo permanecer oculta en la habitación para que nadie me vea. Sigo muerta. Y realmente moriré de aburrimiento aquí dentro... He dado mil vueltas, en el suelo casi puedo ver el desgaste de mis zapatos; me he tirado en la cama en mil posturas, ahora con la cabeza colgando mirando hacia la ventana con el paisaje del jardín del revés; también ocupé el sillón y puse mi culo en el suelo, he navegado por internet e incluso reorganice algunos objetos de la decoración. Ya no sé qué más hacer, dejando de lado el hecho que me he planteado varios escenarios en ese despacho, nadie sabe qué ocurre a puerta cerrada, quizá estén con una sesión rollo spa y se pinten las uñas los unos a los otros, es imposible que tengan tanto de que hablar cuando Adriano mencionó que se mantenían en contacto constante. Y obviamente Adriano no es de muchas palabras, así que me decanto por los mafiosos pintándose las uñas.

No aguanto más.

Busco mi teléfono y me dirijo al contacto de Adriano, no es que deba buscar mucho, está en mi lista de llamadas, solo él y María. La primera llamada la envía al buzón de voz, pero soy una persona insistente y orgullosa. A la cuarta, acepta.

— Estoy desnuda— miento y oigo como suelta el aire a través de la línea. — Supongo que no quieres perdértelo.

Espero ante su silencio.

— Enseguida estoy ahí.

Me siento victoriosa por captar su atención, algo realmente tonto, pero en los últimos días debo haber manifestado algunos problemas en mi psique o algún golpe en la cabeza que no recuerdo. No estoy siendo la Gabriella que pretendo, menos la que piensa con claridad.

Doy un vistazo a mi ropa, un pantalón de lino en color crema y una camisa blanca, los cuales no debería estar llevando. Me pongo de pie a toda prisa y me deshago de la ropa empujándola seguido en una bola bajo la cama, quedando solo con la ropa interior. Gateo sobre la cama y me coloco en una posición que siento sexy.

¿Qué diablos estoy haciendo? Me pregunto a mí misma, sin tener tiempo a responder.

— ¿Intentas seducirme?— Adriano cierra la puerta a su espalda pareciendo divertido.

— ¿Si?

Con una sonrisa se despega de la puerta y camina hacia la cama desabrochando su chaqueta para apartarla a un lado a los pies de la cama.

— Ya veo— sonríe y toma uno de mis pies para arrastrarme al borde. — Esa postura no es sexy, pero estar en ropa interior te ha dado muchos puntos. Me gusta cómo te queda el negro. — hace una pausa embebiéndose de mi imagen. — Y el encaje.

Besa el puente de mi pie, subiendo lentamente por mi tobillo y la pierna mientras me derrito con el roce de sus labios.

— Me siento insultada, Adriano.

— Tú siempre. Solo que gusta discutir.

— Es la única forma en la que funcionamos— gimo cuando sus labios rozan mi ingle derecha.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora