Adriano
La habitación se llena de gemidos, haciendo que mi primo se detenga al hablar y cambie su gesto a total desconcierto. Todas las miradas recaen sobre mi hermano escépticas, que lucha por detener lo que sea que abrió en su teléfono, aunque no hay que ser un genio para imaginárselo. Aun así, se ha llevado parte de la tensión que empezaba a cargar mi salón.
Fabrizio levanta la vista de la pantalla, con todas nuestras miradas sobre él, su cara pasa de completamente roja a blanca mientras desliza torpemente el teléfono en su bolsillo, esta mortificado.
— ¿Crees que es momento para que estés viendo porno?— Mi tío Lorenzo lo reprende cruzando los brazos sobre su pecho con esa voz de padre que tantas veces ha usado con nosotros. — La mierda que sea que veas, lo haces en privado.
— Lo siento, me enviaron algo y...— se detiene con su torpe escusa ante el fruncimiento de cejas de mi tío.
— Fabrizio, eso ha estado fuera de lugar, — me mira haciendo una mueca, — si no te interesa la reunión puedes retirarte y continuar con lo que sea que hacías en tu teléfono. No te obligamos a estar aquí.
Sí, soy un hijo de puta. Apenas puedo contener reírme de su cara.
— Adriano, de verdad que no sabía lo que había en el archivo, simplemente me lo enviaron y lo abrí.
— ¿Quién lo envío?
— Alguien, no importa.
Mi hermano evita nuestras miradas moviendo la suya hacia el ventanal que da al jardín. La única persona, a parte de mí, que parece hacerle gracia abiertamente es a María, que lo mira sin ocultar una sonrisa mientras yo debo mantenerme serio. Podría ser como ella y reír la metedura de pata de mi hermano, pero tan cerca de mi tío lo único que podría ganarme sería uno de sus correctivos. Una palmada bien fuerte sobre mi nuca.
— Entonces, Simone, decías...
— Ni sé lo que iba a decir— muerde su labio intentado retener ahora la diversión que le produce la vergüenza de Fabrizio, sin embargo vuelve a la completa seriedad cuando su mirada se encuentra con el rostro serio de su padre. — He llegado a un consenso respecto a mí situación, tanto María— miro a la chica que de repente no parece nada divertida tampoco mientras Simone sigue hablando—, como con mi padre. Lo mejor y correcto es formalizarla... Firmaremos un contrato matrimonial, con el objetivo de dar la protección y el reconocimiento que mi hijo merece.
— Y María...— Miro a la, ahora pelirroja, amiga de Gabriella. — ¿Estás de acuerdo?
— Obviamente no, — responde sincera—, pero ¿qué quieres que haga? Me siento presionada, tu querido primo solo me ha hecho amenazas. Creo que efectivamente tengo muchas más opciones— añade sarcástica.
— Nadie puede obligarte.
No necesito darle falsa seguridad para obtener una respuesta sincera de su parte, va a darla de igual modo, desde que volví a verla siento que está a punto de explotar todo el tiempo y tampoco es que le importe hacerlo.
— Venga ya, Adriano...— ríe sarcástica. — No soy idiota, claro que no podéis obligarme, pero sé que la consecuencia de mi negativa es perder a mi hijo. — Acomoda mejor al niño entre sus brazos antes de continuar hablando. — Soy abogada, podríamos emprender una batalla legal por la custodia, ¿y de que me serviría? Perder el tiempo y muchas lágrimas. Nunca os ganaría, en este país tenéis a cada juez, policía o cualquier figura en el poder, bajo nómina y si no lo está, pagaríais lo necesario. De igual modo en España, si no pagáis vosotros os ayudarán vuestros contactos. En resumen, siempre saldría perdiendo yo, — suelta un suspiro frustrado— y no pienso perder a mi hijo.
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...