Adriano
La vuelta a casa no es agradable. Mi tío clava el pie en el freno para detenerse frente a la puerta mientras los neumáticos emiten un quejido sobre la graba, el movimiento me lleva hacia adelante por la brusquedad y apenas logro evitar golpearme. Mi zío baja a toda velocidad y me ayuda a bajar del coche junto a Bonani. Me siento mareado, un poco confuso y creo que tengo ganas de vomitar. Los escalofríos empezaron a mitad de camino, apenas los soporto. Nada mejora mientras me conducen al interior.
— ¡¿Que mierdas ha pasado?!— La voz de Fabrizio llega de alguna parte de la sala mientras me sientan en el sofá y todo gira para mí.
— No tiene buena cara— menciona Simone palmeando mi mejilla, si tuviera energía le estamparía el puño en la nariz.
— Lo dispararon. — Dice Lorenzo aburrido.
— Eso no explica el cristal que sale de su hombro.
— Tropezó intentando esquivar la bala y atravesó una ventana — explica Bonani con calma mientras el médico corta mi ropa. — Tranquilo, no llego a caer ni un piso, fue en el patio interior de la casa.
En ese momento llega Gabriella, pero apenas tengo tiempo de registrar lo que habla tras abrazar a su hermano y todas sus preguntas, sigo mareado y el medico tiene toda mi atención con esos fríos guantes manchándose de sangre.
— Se suponía que ibais a distraerlos, no a jugaros la vida.
— Bueno, decidimos entrar, era mejor llevarnos a algunos con nosotros— explica mi tío a Fabrizio, que lo mira con cara de querer arrancarle la cabeza.
— Había que aprovechar la desaparición de la policía — Lorenzo ríe sin ganas junto a mí, al tiempo que ayuda al médico de nuestra familia a inspeccionar las heridas.
— No bromees.
— No lo hace, — muerdo mi labio cuando el hombre toca son sus guantes el pedazo de cristal, — era una trampa, alguien dio el maldito chivatazo una vez más.
— Tiene sentido— dice Simone apartando a su hijo que se dirige hacia a mí con la foca de peluche.
— Eso no explica la estupidez de contraatacar.
— Todos estábamos de acuerdo — le grita de vuelta Bonani, cansado.
— Hablaremos de eso más tarde— asegura mi tío mientras me obligan a moverme. Siento el dolor desde el hombro a la punta de los dedos. — Tienes que apurarte— le pide al médico.
— La bala no ha tocado ningún tendón, ni vaso sanguíneo tampoco, tiene entrada y salida y solo desgarro el músculo, me preocupa más el cristal.
— Voy a llevar a María y a Bruno a casa, — dice Simone—, es mejor que no vean esto, nos vemos más tarde en la bodega.
— Llévate a Gabriella.
— No, no, — interrumpe la mencionada, — yo me quedo.
— No me apetece discutir.
Dejo caer la cabeza en el respaldo del sofá tragándome el dolor. Veo como Renato Mariani, el médico, comienza a cargar una jeringa con un bote que extrajo de su maletín.
— ¿Qué hace?
— Le pondré un poco de anestesia.
— No es necesario.
— Adriano— habla con seriedad usando mi nombre de pila, algo que nunca antes hizo, — va a doler, incluso podría desmayarse.
— Sin nada o no lo hagas, llamare a otro que se encargue.
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...