Gabriella
A casi veinte minutos de la ubicación que me indicó María, memorizo la dirección, la borro y apago mi teléfono. Lo guardo en la pequeña mochila negra que cargo y camino las calles que quedan hasta dar con un viejo edificio de tres pisos.
Una mujer mayor con un perro sale del portal y sostengo la puerta cuando se aleja para adentrarme y subir a la primera planta. Apenas doy un par de toques en la puerta cuando está se abre de repente y una mano me arrastra al interior. En pocos segundos estoy envuelta en un abrazo de María y asfixiándome entre sus pechos.
— Oxígeno, por favor.
—Porque soy clemente, pero mereces una muerte lenta y dolorosa— rompe nuestro abrazo y me evalúa de arriba a abajo.—Pareces entera para llevar días ignorándome.
—Estoy entera, y deja de exagerar porque no fueron ni un par de días.
— Me da igual, muchas horas en las que casi me vuelvo loca. Gab, no puedes pretender que con todo lo que sé de tu familia y de ti, creas que podría estar tranquila y pensando que estás bien.
—Fuiste un poco histérica.
—No voy a negar que puede que exageré un poquito, pero de verdad, no sabía que esperar.
—Bueno, ya ves que estoy bien.
—Si y me alegro por ello, pero si te llama Antonio, niégalo.
—¿Por qué?— sonríe con cara de circunstancias, con la culpabilidad filtrándose en ella.— Quizá le dije que no habías ido a trabajar porque sufriste un accidente estabas indispuesta. Cuando pedí tiempo para cuidarte, me dio el mes sin dudarlo dos veces.
—¿Qué?
—En mi mente estabas en la peor de las condiciones, me pareció justo justificar tu ausencia así y venir corriendo a buscarte.
—¿Y si se entera que es mentira, qué?
—No importa, ya inventaremos otra cosa. Solamente ha pedido que para la próxima avises, el pobre se preocupó, sabes...
—Qué le dijiste que tengo.
— Oh, solamente que caíste por una escalera y tienes un esguince, pero que parece bastante feo.
—Por eso lleva llamándome todo el tiempo...
—Si, pero no te preocupes, ¿te acuerdas Juan?- niego.—Yo tampoco hasta que busqué en mi agenda, pero es médico y tenía anotado que me debía un favor, así que utilicé el comodín. Te conseguí documentación para que le envíes a Antonio y te trámite una baja.
— Sabes que eso es súper ilegal.
— Bueno, cúlpame por querer ayudarte a mantener tu trabajo,— deja su lado dramático para mirarme seria.—Iba a enviarla hasta saber si seguías viva.
—¿Por qué iba a estar muerta?
—¿Tu que crees?
— Vale, sí. Mi padre.
— ¿Y bien? ¿Vas a contarme que pasó?—asiento.
—Ponte cómoda porque quizá te caigas de espaldas.
Nos sentamos sobre el sofá del apartamento, ahora que lo observo bien parece un estudio con su cocina-comedor, una cama al fondo tras una estantería blanca y un baño individual.
—¿Hola? Puedes empezar mañana, estoy cómoda aquí.
—Perdón—sonrío.
Comienzo a narrar todo a María, desde el momento en el que pisé Nápoles, el hospital, sobre mi hermano, los encuentros con mi padre, los encuentros con Adriano, las imposiciones de ambos...
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...