Capítulo 39

70 10 8
                                    

Gabriella.

— ¿Has visto a tu hermano?— pregunto a Fabrizio nada más llegar al puerto.

—No, — me mira de arriba a abajo, — está fuera de la ciudad. — Mi cara debe de ser un poema cuando alza las cejas divertidos. — ¿No te lo dijo?

— Esa pregunta sobre, Fabrizio— lanza su cigarro al suelo y expulsa todo el humo de la última calada.

Llevo todo el día buscando a Adriano, incluso tuve que suplicarle a Luka para que me diera está maldita dirección, y ahora para nada. No es que tenga muchas tareas que hacer, pero me parece molesto estar dando vueltas de un lado a otro de la ciudad.

— Ve a casa, — mira su reloj—estará allí dentro de poco, si no lo está ya, salió demasiado temprano.

— Dime dónde está, deja el misterio.

— No debería, al igual que no deberías estar aquí— me reprende con sus ojos marrones y profundos, — pero como soy el más genial de tus amigos, voy a responder. — Debo agitar mi mano para que continúe hablando cuando hace una pausa. — Fue a Roma, necesita unos documentos.

— ¿Estás de broma?— Pregunto un poco más agitada de lo que pretendo demostrar, pero su encogimiento de hombros aclara que no. — Sabes qué día es hoy, Fabrizio.

— Perfectamente, es diez de marzo.

— Mañana es la maldita boda, Fabrizio, y aún no ha hecho nada de lo que prometió — intento hablar bajo, para que quede entre nosotros, pero grito mi susurro.

— Lo primero cálmate — levanta los brazos pidiendo paz y lo taladro con la mirada. —Te pidió que confiaras en él, — pone su mano sobre mi hombro, — tiene un plan. Hazlo.

— Si me lo contase lo haría, pero no sé nada y quedan horas. ¡Horas!

— Te aseguro que todo está controlado.

No muy convencida me obligo a asentir e intento cambiar de tema. Aunque en realidad tengo ganas de matarlo pero intento llamar a mi paz interior.

— ¿Qué es lo que hacéis aquí?— intento mirar más allá de él, hacia el interior de la nave, pero bloquea mi campo de visión con su cuerpo.

— No quieres saberlo, Ángel — un grito sale del interior y me sobresalto. — Alguien debe haberse golpeado.

— O lo han golpeado— intento mirar otra vez pero repite su acción.

— Mira, ahí viene Simone, — me obliga a voltear tomándome de los hombros. — Él te llevará a casa.

Mierda, justo a quien no quiero ver.

— ¡Primo!— saluda Fabrizio con demasiado entusiasmo. — Necesito ir dentro, ¿llevas a Gabriella?

— Claro. — Simone nos mira confundido y le entrega una bolsa a Fabrizio.

— Grazie!

Fabrizio me da un pequeño empujón hacia su primo que me sostiene evitando que caiga. Le murmuro un agradecimiento y reparo su aspecto. Nunca lo había visto con esas enormes medias lunas bajo sus ojos, su rostro muestra cansancio... Pero no me da pena, quizá en otro momento, pero no después de hacer llorar a mí mejor amiga. Si pudiera buscaría algún tipo de venganza hacia él o lo atacaría por la espalda mientras camino detrás suya.

¿Alguna vez dije que no era rencorosa?

Montamos en su coche y el silencio que reina entre nosotros mientras conduce podría cortarse con una tijera. Intento poner mi atención en otra cosa que no sean él y su golpeteo nervioso con los dedos mirando por la ventana, pero en cuestión de segundos siento la mirada de Simone en el lateral de mi cara casi taladrando mi sien.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora