Capítulo 73

87 2 0
                                    

Adriano

Amanezco relajado, como no lo había hecho en años, que digo, siglos. El pelo de mi mujer se esparce por la almohada, ella duerme plácidamente sobre mi pecho, abraza mi cuerpo como un koala a su eucalipto.

Sonrío ante lo estúpido de mi comentario, lo oí una sola vez y ahora parece como si mi hermano ahora viviese en mi cabeza. Lo cual sería una pesadilla, ya que es difícil aguantarlo en casa. O cualquier lugar...

Con cuidado me desenredo del cuerpo de mi mujer y soluciono mi problema de desnudez antes de ir en busca de mi tan criticado hermano, el cual no me cuesta localizar, ya que nunca falla, a estas horas de la mañana está en la cocina.

— Iba a llamarte, sueles estar despierto cuando vengo a desayunar.

Me dejo caer en un taburete alto frente a la isla de la cocina donde mi hermano desliza una taza para mí.

— Me quedé un poco dormido.

— Eso supuse, cuando ni tú ni Gabriella pululabais por aquí. — Aclara antes de desaparecer para volver aparecer cargado con lo suficiente para tratar mis heridas. — Deja que te cure y nos iremos a buscar a Lorenzo.

— ¿Tú sabes lo que me ha costado ponerme este traje?

— No es mi problema, mejor vestirte dos veces que una infección.

— Fabrizio, no se va a infectar porque lo cures más tarde.

— Adriano, por una vez obedéceme, — la firmeza con la que habla mi hermano me sorprende, es tan agradable que quiero sonreírle por estar tan preocupado por mí, — te ayudaré a vestirte de nuevo, lo prometo, incluso no me reiré de tus tetillas.

Lo ignoro porque no tiene nada de lo que reírse, no voy a picar.

— Se arrugara la camisa.

Me quejo y juro que me cuesta no reírme ante su cara de fastidio cuando suelta todo el aire. Mi hermano puede ser bromista, pero no tiene una gran paciencia cuando se trata de mi "comportamiento irritante", o así lo llama él. Nunca lo espera y no sabe cómo afrontarlo, así que antes de que colapse y se enfade realmente, comienzo a desabotonar la comisa. Lo que me hace relajarse y actuar, rápidamente, como mencionó, ayuda con la ropa para tener acceso a mis heridas y empezar a inspeccionar.

— Esta aún parece hinchada— miro donde el cristal atravesó mi hombro. Se ve rojo y si, un poco hinchado. — Diría que incluso los puntos se han soltado. ¿Has hecho algún esfuerzo?

Sus ojos marrones, más oscuros que los míos con diferencia, me escrutan con atención. Parece querer verme el alma. Y casi dudo al mentir.

— No.

Las imágenes de anoche con Gabriella inundan mi mente, provocando que sienta la piel caliente y, aún que no quiera admitirlo, un poco cachondo.

— Fingiré que te creo.

Cazzo.

— Podría ir y contrastar información, peor soy un buen hermano y voy a actuar como que nunca me mentiste.

— Está bien, deja el dramatismo, he tenido sexo, descansar es aburrido y quizá ayer me emocioné un poco de más.

— No quería esa información.

— Pues ahora la tienes.

Se burla repitiendo mis palabras con una voz irritante al tiempo que se ocupa de las curas. Espero que las disfrute, no le quedarán muchas más, cuando menos lo espere me desharé de esta estúpida cosa que sujeta mi brazo y retomaré mi libertad.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora