Capítulo 20

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Adriano

Contengo la risa viendo cómo Gabriella abandona el probador echando humo, no voy a negar que la chica tiene razón, estoy loco. Loco por volver a estar dentro de ella. Si su amiga no hubiera aparecido...

En fin.

No tiene ni una pequeña idea de lo que me calienta discutir y, además, saber que no puede ganarme la pelea aunque lo quiera. Es admirable su valentía para plantarme cara y toda esa determinación que no la deja apartar sus ideales. Está lejos de la mujer que esperaba tener como esposa y aún más lejos del ideal para la Comisión. Una mujer en nuestros círculos calla y acata, pero Gabriella... En todo ve discusión.

Detallo mi imagen en el espejo, estoy despeinado y tengo los labios hinchados, Ojalá solo fuera eso. Acomodo mi pelo y mi ropa, sin dejar de evaluar que cada detalle se mantenga en su sitio. Una de las dependientas entra a recoger los vestidos y se sorprende al verme allí parado, le dedico una inclinación de cabeza y abandono el probador con calma, como si nada hubiera ocurrido dentro. Recorro la tienda con la mirada ubicando a mis acompañantes, María y Gabriella discuten en voz baja a unos metros, y mi hermano y mi primo simplemente ignoran todo mirando sus teléfonos.

Desde la sección de caballeros, el hombre de cincuenta y cinco años con el pelo castaño manchado de canas y enfundado en su traje a medidas, me dedica su sonrisa de bienvenida de siempre nada más notar mi presencia. Se acerca a saludar estrechando nuestras manos como cada vez que lo visto para que confeccione mis trajes.

— Señor Aglieri, es un placer tenerte por aquí otra vez— sonríe cálidamente. — ¿Qué te trae por este lado de mi tienda? Un traje para usted no creo que sea.

Le hago un gesto a Gabriella para que se acerque, y a pesar de la mala mirada que me dirige, sonríe al hombre que me acompaña cuando se para a mi lado.

— Fede, te presento a mi prometida, Gabriela Vitale.

El sastre parece tan sorprendido que podría ocultar las cejas en el pelo, parece haber oído hablar de ella, aun así corre a estrechar la mano que le tiende Gabriela.

— Federico Pessina, encantado de conocerla— la aborda enérgicamente.— La hija de Constantino, nunca creí que te conocería— la observa maravillado, demasiado.— Eres muy parecida a tu madre, es todo un gusto conocerla— redunda entusiasmado.

— El gusto es mío— contesta agradable con una ligera sonrisa y enarco una ceja detallando su perfil.

—Me honra que hayan considerado mi tienda para adquirir un vestido, ¿ha visto algo de su agrado?

— Puees...— Gabriela se sonroja.

Pillada, bonita. ¿Ahora que excusa darás?

—Han sido demasiadas opciones, me encuentro confusa.

Que agradablemente mentirosa.

—Quizá podría diseñarte algo espacial—medita Federico.

—Nooo, — alarga la o como si estuviera pesarosa, — no es necesario, de verdad, alguno será para mí entre todos los que dispone en la tienda, no quiero ser una molestia.

— Oh, no será una molestia, serás la mujer de uno de mis mejores clientes.

— Pero no es...

—Gabriella, — me mira mordiendo su labio y con cara de angustia, — Federico está siendo amable, deberías aceptar.

— Iré a por la cinta y te tomaré medidas— Federico se marcha emocionado y me giro a evaluar a mí prometida.

— No deberías haber aceptado, no vamos a casarnos, — susurra enfadada para que solo yo pueda oírla— me apena tener que decírselo después de ver su cara de emoción.

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora