Adriano
Encontrar a mi mujer se vuelve una tarea difícil, me alivia saber que si hubiera puesto un pie fuera de esta casa, habría sido informado. Es de consuelo saber que aún sigue aquí, segura; sin embargo, la gran pregunta es: ¿Donde? He buscado en las habitaciones, el jardín y he caminado unos metros por el viñedo hasta que mis hombres han asegurado que no ha salido de la casa por cuarta vez.
Compruebo todas las cámaras desde mi teléfono, (algo que debería haber hecho antes, pero que no recordé), para encontrarla en el garaje, tumbada en el suelo. Me gustaría entender cómo funciona su cabeza para que haya acabado ahí. Sin mencionar los motivos más que evidentes, obviamente. Incluso a mí me cuesta entrar allí.
— ¿Qué haces?— detengo mis pies a escasos centímetros de su cabeza y la observo desde arriba. Sus ojos verdes atrapan los míos, regalando un ligero encogimiento de hombros. — Creo que diré lo evidente, pero el suelo del garaje no es el sitio más limpio para estar tumbada.
— Está increíblemente limpio— responde, e intento no alzar las cejas mientras se explica, — teniendo en cuenta que hubo un momento en el que toda mi sangre estaba por aquí...
Deja las palabras en el aire abriendo sus brazos. Intento no parecer sorprendido, pero decir que me desconcierta es quedarse corto. Quería saber que había en su cabeza, bien, ahí lo tengo.
— ¿Debería preocuparme?
—No, — niega incorporando su cuerpo —, solo estaba pensando. ¿Necesitas algo?
Podría decir que una esposa coherente, pero eso jamás lo tendré, así que me limito a lo que realmente me ha llevado hasta aquí.
— Tenemos que hablar.
— Oh, bien. ¿Me vas a contar lo que está pasando?—Se pone en pie y comienza a andar de vuelta a la casa sin esperar a comprobar si voy tras sus pasos. — ¿O sigo fingiendo que no oigo y veo cosas?
— No es el momento para los reproches, Gabriella.
— ¿Lo será en algún momento?
Paso las manos por el pelo, contando lentamente hasta diez. Mi mujer necesita paciencia, la cual no me sobra, pero debo concedérsela en ocasiones. Con lo fácil que es mantener una conversación y ella tiene que poner trabas.
— Deberías centrarte en descansar y seguir más pautas del doctor en lugar de estar en el garaje dando vueltas a tu cabeza. — Bien, has fallado, Adriano. Pienso. — Ni siquiera gastar energía en buscar formas de iniciar una discusión...
— No hago nada de eso. — Cruza los brazos sobre el pecho y alzo una ceja. — Mira, Adriano, estar de brazos cruzados no cambia mi situación y, aunque a ratos tenga episodios en los que lo paso horrible, estar en esta casa toooodo el tiempo, finalmente me volverá loca. Necesito distraerme y el gato ya no es una opción, déjame hacer lo que me apetezca.
— Puedes ir con María...
— Deja la mierda, sabes que me interesa todo lo que suceda con en torno al tema Sabino. De eso quiero que hables.
La sigo hasta el baño de nuestra habitación, hablando a su espalda durante todo el camino y apoyo un brazo sobre el marco de la puerta. Cuando empieza a quitarse la ropa, entiendo que va a darse una ducha, en la que quizá no esté invitado.
— Ahora no me importa Sabino.
— Indirectamente esto es culpa suya, rey— regula la temperatura del agua mientras mis ojos no se despegan de su terso culo.
— Bueno, sí, lo es... De hecho ya no sé lo que es culpa de quien. — Suspiro alejando todas las ideas de lo que me gustaría hacer ahora mismo— Gabriella, Marco es el topo y ya sabes lo que pasará con él.
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Inevitable Destino
RandomUn mundo en que la sangre se paga con sangre, la palabra del capo es la ley. Gabriella Vitale lleva años lejos de sus raíces, libre del yugo del deber para con la familia. Disfrutando de su vida cómoda y relajada, intentando olvidar aquello de lo qu...