Capítulo 76

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Gabriella

¿Alguna vez mencione a la familia de mi madre? Lo dudo mucho, no es algo que tenga por costumbre hacer. Tras la muerte de mis abuelos, cada uno siguió su camino, dejaron de estar unidos hace mucho tiempo, ya no eran una familia.

Eran una familia humilde, de cuatro hermanos y padres muy trabajadores. Pero no con lazos lejos de la mafia. A pesar de todos los esfuerzos de mis abuelos, nada ocurrió como planearon... Un hijo enganchado a las drogas con altas deudas, hasta que su camello decidió ocuparse de él, con tan solo veintidós años, y otro como pandillero de la Camorra. Su hijo más pequeño, como era de esperar, se involucró en robos, tiroteos y delincuencia en general, algo que también le llevó a la muerte en una guerra de pandillas. Sin embargo, en medio de esa resumida y triste historia, se encuentra la de como mi madre conoció a mi padre. Podría haber sido idílico, solo que el destino tiene escrito otros caminos.

Aunque empieza con una joven estudiante de enfermería, que en sus ratos libres se dedicaba a buscar a su hermano menor por toda la ciudad con el fin de devolverlo a casa y sacarlo de problemas, ella no ignoraba los peligros del mundo que les rodeaba, pero los evitaba. Muy concienzuda del mundo en el que se movía su hermano, no se esperaría que una calurosa noche de agosto, en una fiesta privada, en la que éste tendría su primer trabajo de seguridad, ella se metería en la boca del lobo.

Para mí madre era una noche más, salía tarde de sus prácticas y condujo a casa, pero al llegar sus padres discutían por el paradero de su hijo pequeño, preocupados por la mala vida que llevaba tras la muerte del otro. Como de costumbre, Margarita, mi madre, fue quién tendría que poner remedio y sacar al pequeño Mattia arrastras de cualquier callejón donde perdería el tiempo. Tras hablar con varios de los amigos de mi tío, su hermano, descubrió que se encontraba trabajando en una fiesta privada en una casa cerca de la playa. Su primer trabajo "decente", o eso quisieron pensar.

Oí esa historia mil veces mientras crecía, ella a pesar de todo, lo recordaba con nostalgia. El calor de esa noche, la cálida luz de los farolillos que iluminaban el jardín donde sorteaba desconocidos elegantes, mientras ella vestía con su simple vestido de margaritas, la misma flor que le daba su nombre. Mi madre evitaba el contacto visual de todos en aquel lugar, levantando la cabeza únicamente para ver los bordes de del jardín, de donde se suponía que estaría postrado su hermano, hasta que chocó con una espalda ancha. Su disculpa no fue ignorada, un chico con una sonrisa deslumbrante se interponía en su camino. Ella recogió su pelo castaño tras la oreja y lo intento una vez más, obteniendo el mismo resultado. Consiguió desviarla de su objetivo, a pesar de su reticencia, le dedicó toda la noche, dejando su objetivo en segundo plano. Y sus encuentros no acabaron ahí.

Aun no puedo ni imaginarlo, más...

Quién diría que ese tierno e inocente intercambio terminaría en un matrimonio con dos hijos. Una larga luna de miel que empezó a perder su dulzura cuando la familia de mi padre comenzó a presionarle para tomar el mando. Lo que provocó que la vida idílica de mi madre comenzase a desmoronarse. Añoraba una relación como la de sus padres e incluso su hermano. Una familia tradicional y feliz. Un sueño que cada año se iba marchitando lentamente, ellos no eran una pareja corriente.

Por ello, mi madre siempre envidio la vida de su hermano mayor, y ahora empiezo a entender por qué. Hizo su vida sin meterse en problemas, nunca estuvo en peligro. No huyó. Tuvo lo que quería, su propio negocio, dos hijos y una mujer maravillosa que lo mira como si fuera la mayor maravilla del universo. Lo ama. Juntos han creado una vida tranquila y perfecta.

A mí me madre le hubiese gustado eso, vivir con su esposo y sus hijos sin las responsabilidades ni negocios con la mafia. También amaba a mi padre, pero era muy consciente de los peligros que eso albergaba...

Inevitable DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora