Inesperado

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POV Luiza

Estoy preocupada con las pesadillas de mi esposa intento parecer calmada para darle seguridad pero me asusta que algo pueda sucederle a ella y a nuestra bebé. Son las últimas semanas y debemos estar preparadas. Prácticamente todos los días se levanta angustiada y dice no recordar lo que le sucede pero yo sé que no me quiere contar para no alarmarme. Deseo con todas mis fuerzas que ese mal presentimiento no sea nada porque no lo podría soportar. Estamos tan cerca. Quiero que llegue pronto mi hija, colmarla a besos. Verla crecer. Valentina se ve tan espectacular. A veces me la encuentro mirándose fijamente en el espejo y me encargo de recordarle que es la mujer más hermosa del mundo. Todo el tiempo le reflejo lo valiente que es, el esfuerzo que está haciendo es digno de una guerrera. Leo está inclusive el doble de apegado a Valentina, le gusta acariciarle la barriga y hacerle dibujos alrededor del ombligo. Es un pequeño rayo de sol en medio de tantas dudas y miedos. Se que cuando está con él Valentina brilla y se emociona. Llego a casa y me los encuentro pintando. El desastre es total. Puede que en otras circunstancias no se hubieran librado de mi pelea pero ahora sólo me apetece unirme a ellos. Voy por una ropa más cómoda y Valentina convierte su mirada en rayos x cuando aparezco en un short corto y una blusa pequeñísima. Leo sube a por más pintura azul y ella me lanza un poco de agua.

-Que haces- me quejo sin contener la risa.

-Te parece provocarme así- se queja Valentina.

-Te parece montar este desastre. Vas a mancharlo todo- reprocho.

-He puesto cortinas en el suelo- se defiende Valentina.

-Son mis cortinas nuevas Valentina. Acaso me pongo yo a fregar el suelo con tus camisetas del Madrid- aseguro.

-Me vas a comparar al mejor equipo del mundo con un pedazo de tela- alucina Valentina llenando sus manos de pintura y luego amasando mis nalgas. Muy bien ahora estropea mi ropa. Tengo una esposa muy estupida y caliente.

-Avisada quedas- le advierto mordiendo su nariz.

-Será que me puedes dar un beso. Yo firmo la paz- propone Valentina de forma astuta.

-Haces lo que quieres conmigo- respondo chupando sus labios.

-Eres mi esposa. Es parte del trato- susurra Valentina en mi oreja lamiendo cuidadosamente dejándome tan mojada y dispuesta. Se separa cuando llega Leo con la pintura.

-Mamá, yo quiero helado. Lo prometiste- pide Leo saltando encima del sofá.

-Con que andas prometiendo- hago que lea mis labios sin que se de cuenta el pequeño.

-¿Será que nos dejarán?- se pregunta Valentina chocando las manos con nuestro hijo.

-Tienen suerte de que hoy también me apetece- acepto en medio de la encrucijada y con segundas intenciones.

Hacemos un cuadro familiar que nos queda espectacular. Y después de bañar a Leo y terminar el almuerzo. Vamos por ese bendito bendito helado. Cree que no me doy cuenta que es ella la que mete estas ideas en la cabeza del pequeño para salirse con la suya. Me las pagará esta noche. Se aprovecha haciendo todo lo que me irrita porque sabe que no le diré nada. Me cambia la emisora de radio. Come papitas en el coche. Y se burla de mi evidente gesto de enfado en el rostro aunque no diga nada de más. Nos conocemos demasiado.

Noto una especie de incomodad en Valentina. Hace mucha calor y Leo está jugando al fútbol en el parque de enfrente a la casa con Igor y Aninha. No se cansa nunca. Le pido que se vaya a descansar pero es demasiado terca y muy fan de llevarme la contraria. Me paro a conversar con la madre de un nuevo alumno de la academia. Y cuando me doy cuenta se ha montado un enorme círculo en dirección al banco donde estaba sentada. Salgo corriendo como loca con el corazón en la boca para encontrarme a Valentina casi desmayada con fuertes contracciones. No puedo esperar a que llegue la ambulancia. Me ayudan a montarla en el coche. Y le pido a Igor que se que quede con Leo. Estoy demasiado nerviosa y todos se alarman pero tengo que llegar al hospital. No me importa otra cosa. Golpeo el timón ferozmente y me salto todos los semáforos. Imposible actuar de forma racional. Recibo un montón de llamadas de Duda pero estoy paralizada. Solo llamo a nuestro médico de confianza que por suerte esta de turno.

Al parecer Valentina sabía de algunos problemas que presentaba su utero, alguna crisis de ansiedad y no me había dicho nada. A consecuencia su parto tiene que ser adelantado para garantizar su bienestar y la del bebé. Lo primero es estabilizarla. Lo confieso estoy tan afligida que no sé si llorar, correr, me consumen mis propios sentimientos. Duda llega la primera para abrazarme. Era la única que lo sabía. Me siento una mierda. Como si prácticamente la hubiera obligado a estar en esta situación por mi insistencia.

-Todo va estar bien. Ella está lista para esto créeme- me tranquiliza Duda.

-Por que no me dijo nada- me derrumbo sentándome en el suelo.

-Tienes que ser fuerte- exige Duda tomando mi mano. Estoy temblando.

-No puedo- me duele hasta el alma.

-Quieres que entre yo entonces- pregunta Duda al verme tan débil y pálida.

-No, tengo que estar para ella. Se lo prometí- decido levantándome pese a mi propia inestabilidad.

Nunca pensé sentir tanto miedo como ahora pero Valentina me necesita. Entro al salón para acompañarla. Ella aprieta mi mano con tanta fuerza. Veo lágrimas saliendo de su rostro y solo se me ocurre responderle con un te amo. Es todo para mi. Le ruego a todos los dioses que no me la arrebaten. Que la cuiden y permitan que su sueño, nuestro sueño al fin llegue a la vida.

Son horas muy duras. Apenas está dilatada y es muy doloroso pero debe seguirlo intentando. La ayudo a caminar por largo rato para que se relaje. Se la ve tan cansada. Me encantaría estar en su lugar. Parece estar lista y el doctor cree que es el momento. Sufro en silencio y me resigno. Valentina besa mi mano y me llena de confianza espero trasmitirle lo mismo a ella.

Cuando escucho a nuestra hija llorar finalmente me derrumbo. Lágrimas y más lágrimas salen de mis ojos pero esta vez son de alegría porque se que todo va a estar bien. Estaremos acompañándola hasta que pueda salir del hospital y no habrá un solo segundo del día que no esté a su lado. Beso los labios del amor de mi vida. Y miro a nuestro tesoro. Dios es tan pequeñita, apenas siete meses y ya enfrentándose al mundo.

Nota: Tres capítulos más y me despido de esta historia que tantas alegrías me ha dado 🥹

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