III

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Jana

Era una tarde de viernes y, después de un día agotador tocaba despejarse un poco, muchas del equipo quedamos para ir a la bolera. A pesar del cansancio acumulado, estaba emocionada por la oportunidad de desconectar y pasar un buen rato con ellas. La bolera, con su ambiente vibrante y sus luces de neón, prometía ser el escape perfecto.

Al llegar, nos dirigimos a la recepción para pagar y recoger nuestros zapatos de bolos. La sala estaba llena de risas y música animada, creando un ambiente festivo. Mientras estábamos en la fila, me perdí en la conversación con mis amigas, tratando de dejar atrás la rutina diaria.

De repente, al mirar hacia la recepción, mi corazón dio un vuelco. Allí estaba ella, la chica de la bicicleta que había visto ese mismo día en el estadio. Llevaba un uniforme de la bolera: una camiseta de color brillante con el logo del lugar, y pantalones que se asemejaban a los que llevaba antes, aunque esta vez estaban adaptados al entorno laboral. Su cabello pelirrojo brillaba bajo las luces fluorescentes, y llevaba la gorra de esa misma mañana la cual complementaba su uniforme.

El reconocimiento fue instantáneo. Me quedé paralizada por un momento, el asombro y la incredulidad se mezclaban en mi mente. ¿Qué posibilidades había de que ella estuviera aquí, trabajando en la bolera? El destino parecía tener un sentido del humor muy peculiar, presentándome de nuevo a esta persona que había estado en mi mente todo el día.

Aunque la vi sonriente y amable con los clientes, no pude evitar notar la fatiga en su mirada. Había algo en su expresión que delataba el cansancio acumulado, como si el trabajo fuera una carga pesada en su vida. Me pregunté si también ella encontraba consuelo en esos breves momentos de interacción con los clientes, o si la rutina de su jornada estaba igualmente llena de desafíos.

Mis amigas no parecían notar mi distracción mientras pagábamos y recogíamos los zapatos de bolos. Me esforzaba por mantener la conversación y la sonrisa, pero mi mente seguía volviendo a la chica de la bicicleta. La coincidencia de encontrarnos aquí parecía una broma del destino, una ironía que me dejaba reflexionando sobre el significado de nuestro encuentro.

Finalmente, nuestras miradas se cruzaron brevemente cuando ella nos entregó los zapatos. Me ofreció una sonrisa profesional y yo se la devolví amablemente, no pude evitar sentir una mezcla de curiosidad y empatía. ¿Qué historia había detrás de su cansancio?

Mientras nos dirigíamos a nuestra pista de bolos, intenté concentrarme en disfrutar el juego y el tiempo con mis amigas. Sin embargo, el encuentro con la chica de la bicicleta seguía presente en mi mente, como un eco persistente. A veces, el destino parecía tener una forma extraña de entrelazar nuestras vidas de maneras inesperadas, y esa noche era un recordatorio de cuán pequeñas pueden ser nuestras conexiones en el gran esquema de las cosas.

-¿Esa no era la chica de esta mañana?-Preguntó Alexia mirándome.

-Si, era el pibón de la bicicleta-Contestó Mapi mirándome directamente.

-¿Perdón?-Dijo Ingrid mirando mal a su chica y todas nos reímos al ver cómo Mapi se arrepentía al instante de sus palabras y le pedía perdón a Engen varias veces.

Después de terminar nuestras primeras partidas de bolos, la emoción seguía alta y mis amigas decidieron que querían jugar una ronda más. Con el entusiasmo de la noche aún en el aire, me pidieron que fuera a la recepción para solicitar una extensión de tiempo. Aunque estaba cansada, me dirigí hacia allí con una sonrisa, sabiendo que esta noche se había convertido en una especie de escape necesario.

La bolera estaba llena de gente, y la recepción, a pesar de ser pequeña, estaba ocupada con varios clientes. Al llegar, vi a la chica de la bicicleta de nuevo, ahora en su rol de trabajadora, manejando la situación con eficiencia. Mientras esperaba mi turno, observé cómo atendía a los clientes con una sonrisa amable y profesional, a pesar del cansancio evidente en sus ojos.

Cuando llegó mi momento, ella se volvió hacia mí. Su cabello pelirrojo estaba recogido en una coleta alta y su uniforme de la bolera resaltaba bajo las luces fluorescentes. La vi soltar un pequeño suspiro antes de mirarme con atención.

-Hola, ¿en qué puedo ayudarte?- preguntó con un tono que inmediatamente capturó mi atención. Su voz era suave y melódica, con una cadencia que me pareció intrigante y reconfortante al mismo tiempo.

-Hola-respondí con una sonrisa.-Somos el grupo en la pista 7. Queremos jugar una ronda más si es posible.

Ella asintió y empezó a teclear en el ordenador que tenía frente a ella, su rostro concentrado mientras navegaba por el sistema. Su voz continuó siendo un hilo constante de suavidad y profesionalismo.

Mientras esperaba, no pude evitar observar los detalles. Sus movimientos eran precisos y eficientes, pero había una suavidad en su actitud que contrastaba con el ritmo apresurado de la recepción. El cansancio en su mirada era evidente, con pequeñas sombras bajo sus ojos que hablaban de un largo día de trabajo.

-Puedo extender el tiempo por una hora más ¿Te parece bien?-dijo, su voz acariciando las palabras con una mezcla de alivio y gentileza.

La forma en que me ofreció la solución parecía genuinamente considerada. Me sorprendió cómo podía combinar un toque de calidez con una eficiencia tan clara.

-Sí, eso está perfecto. Muchas gracias-Dije con una sonrisa y ella asintió.

Ella terminó de hacer los ajustes en el sistema y me entregó un pequeño papel con la confirmación. Mientras lo recibía, nuestras manos se rozaron brevemente. Su contacto fue ligero, pero sentí una conexión momentánea que me hizo consciente de lo simple pero significativo que puede ser el contacto humano.

-Listo, todo está arreglado, disfrutad de la partida-dijo con una sonrisa que, aunque cansada, seguía siendo cálida y sincera.

-Gracias de nuevo-respondí, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y fascinación. Me giré para regresar a la pista, pero no pude evitar lanzar una última mirada hacia ella. Vi que su sonrisa se desvanecía lentamente mientras se preparaba para atender al siguiente cliente, y me pregunté qué sería lo que la agotaba tanto.

Al volver a la pista, traté de no mostrar cuánto me había impactado ese breve encuentro. Mis amigas estaban ansiosas por empezar la siguiente ronda, y me uní a ellas, intentando mantener el ánimo. Sin embargo, la voz y la presencia de la chica de la bicicleta seguían resonando en mi mente.

El encuentro inesperado parecía haber añadido una dimensión especial a la noche. Aunque mi cabeza estaba llena de pensamientos sobre el trabajo y las responsabilidades que me esperaban, ese pequeño momento en la recepción había sido una chispa de conexión y sorpresa que no podía ignorar. Mientras jugaba, el eco de su voz seguía acompañándome, un recordatorio de cómo incluso los encuentros más simples pueden dejar una impresión duradera.
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Se han visto otra vez😬

Ahora sí que ha sido un encuentro más duradero, hasta han hablado😘

Ya el último de la noche que tengo sueño (aunque algunas os penséis que no duermo)

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora