XXXXII

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Ana

Recostada en mi cama, observaba las sombras alargarse por el techo, mientras la luz del atardecer llenaba la habitación de un tono cálido y suave. Podía escuchar el leve susurro del viento afuera, pero mis pensamientos eran mucho más fuertes. Sabía que Jana estaba a punto de llegar del entrenamiento, como lo hacía casi todos los días desde que yo estaba aquí. La idea de verla, de sentir su abrazo, siempre me daba un poco de consuelo, aunque últimamente también traía consigo un remolino de emociones difíciles de manejar. Jana no era solo mi amiga, era mi novia, mi compañera, y eso lo hacía todo más complejo.

Apreciaba cada gesto suyo, cada pequeño detalle que tenía conmigo, pero a medida que pasaban los días, esa gratitud comenzaba a mezclarse con una tristeza que no podía evitar. Jana siempre me traía algo: un libro, una comida especial, o simplemente su compañía, que era lo más valioso para mí. Pero en los últimos días, su generosidad me hacía sentir diminuta, insignificante, como si no pudiera corresponderle de la misma manera. No podía dejar de pensar en todo lo que ella me daba y en cómo yo, en mi estado, no tenía nada que ofrecerle a cambio. Lo intentaba, claro que lo hacía. Me esforzaba por hacerla sentir querida, por mostrarle cuánto la quería, pero siempre había esa sensación de insuficiencia, de que nunca sería capaz de devolverle lo que ella me daba.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por un suave golpecito en la puerta. Jana siempre tenía esa delicadeza, esa manera de preguntar aunque no necesitara hacerlo.

—¿Puedo pasar? —preguntó desde el otro lado, con esa voz dulce que me hacía sonreír aun cuando me sentía mal.

—Claro, entra —respondí, tratando de que mi voz sonara más animada de lo que realmente me sentía.

La puerta se abrió lentamente y ahí estaba Jana, con esa sonrisa cálida que iluminaba toda la habitación. No pude evitar sentir un nudo en el estómago. Siempre traía consigo una energía tan positiva, tan llena de vida, que a veces me resultaba difícil manejarlo.

—Hola—dijo con una sonrisa acercándose a la cama.

—Hola —respondí, enderezándome un poco. Me esforcé por devolverle la sonrisa, aunque sabía que mi esfuerzo se notaba.

Jana se sentó en el borde de la cama, mirándome con esos ojos llenos de ternura y preocupación. Sabía que odiaba verme así, que daría cualquier cosa por que estuviera mejor, pero eso solo hacía que me sintiera peor. Su amor era tan puro, tan genuino, y yo, en cambio, me sentía como un pozo sin fondo, recibiendo y recibiendo sin poder darle algo igual de valioso a cambio.

—¿Cómo estás hoy? —preguntó, acariciando suavemente mi mano.

—Un poco mejor —mentí, porque no quería que se preocupara más de lo necesario. Sabía que ella veía a través de mis mentiras, pero aun así lo intentaba.

Jana me estudió por un momento, como si pudiera leer todos mis pensamientos con solo mirarme. Luego, sonrió de nuevo, de esa manera en que solo ella podía, como si todo fuera a estar bien, sin importar lo que pasara.

—Tengo una sorpresa para ti —anunció, con un brillo especial en los ojos.

Mi corazón se encogió un poco. Otra sorpresa. Otra cosa más que Jana había preparado para mí. Intenté no mostrar lo que realmente sentía, ese peso que había empezado a crecer dentro de mí, y forzé una sonrisa.

—¿Qué es? —pregunté, intentando sonar emocionada.

Jana metió la mano en la bolsa y sacó un par de entradas. Las sostuvo frente a mí con una expresión que reflejaba su entusiasmo, ese entusiasmo que tanto adoraba y que me partía el alma al mismo tiempo.

—Son entradas para el partido del sábado, me gustaría que Jan y tú estuvierais—dijo, su voz llena de emoción.

Miré las entradas y luego a Jana. La vi tan contenta, tan satisfecha de haber hecho algo bueno por mí. Quería abrazarla, besarla, decirle lo increíble que era y lo agradecida que estaba. Pero por dentro, sentía que me ahogaba. Jana había comprado esas entradas pensando en mí, gastando dinero que seguramente había estado ahorrando, solo para hacerme feliz. Y yo… yo no podía darle nada parecido. Sabía que ella no lo hacía esperando algo a cambio, pero eso no me ayudaba a sentirme menos inútil.

—Jana… esto es… increíble. No sé qué decir —murmuré, mi voz temblando un poco.

—No tienes que decir nada —respondió ella, riendo suavemente—Sé que muy en el fondo te gusta el fútbol y bueno, a Jan le encanta, y pensé que sería una buena manera de distraeros un poco. Además, después del partido te puedo presentar a todas las chicas.

Sus palabras, llenas de amor y sinceridad, me atravesaron como un cuchillo. Claro que quería ir a su partido, claro que quería disfrutar ese tiempo juntas. Pero no podía evitar pensar en cómo Jana siempre estaba dándome tanto, y yo nunca podría corresponderle de la misma manera. Intenté no mostrar mi angustia y simplemente asentí, sonriendo lo mejor que pude.

—Me encantaría ir. Será muy divertido. A mi hermano le va a encantar también. Gracias, Jana, de verdad… gracias-Dije sincera y ella sonrió.

Jana me observó por un segundo más antes de entregarme las entradas. Las tomé con cuidado, tratando de no dejar que mi tristeza se reflejara en mi expresión. Quería que supiera cuánto la quería, cuánto apreciaba todo lo que hacía por mí, pero al mismo tiempo me sentía atrapada en esta situación. No tenía dinero para regalos caros, ni para cenas elegantes. Todo lo que podía ofrecerle era mi amor, pero últimamente, me preguntaba si eso era suficiente.

—¿Qué tal si vemos una película esta noche? —propuso, cambiando de tema como si nada.

Asentí, agradecida por el cambio de tema. Sabía que lo hacía por mí, para que no me sintiera mal. Durante el resto de la tarde, intenté concentrarme en la película, en estar presente, en disfrutar del momento. Jana estaba a mi lado, riendo y haciendo comentarios graciosos, y yo solo podía pensar en cuánto deseaba hacer más por ella. Quería darle todo lo que ella me daba, sorprenderla, hacerla sentir especial. Pero en el fondo sabía que nunca podría darle regalos costosos o llevarla a lugares lujosos. Lo único que tenía era mi amor, y aunque sabía que eso era importante sentía que no llegaba a la talla.

Al terminar la película, Jana me miró con esa sonrisa que tanto amaba.

Cuando nos fuimos a dormir dejé un beso en sus labios intentando así trasmitirle todo lo que sentía por ella, ella correspondió y después me dedicó una sonrisa tierna.

Cuando ella se durmió me quedé mirando las entradas en la mesita de noche, preguntándome por qué no podía simplemente disfrutar de su amor sin sentirme así. Jana me quería por quien era, lo sabía, pero aún así, la tristeza no desaparecía. Quería darle algo más, algo que reflejara cuánto la amaba. Pero cada vez que lo pensaba, me topaba con la realidad: nunca podría hacer por ella lo que ella hacía por mí. Y esa idea, esa realidad, me seguía atormentando.
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Y aquí la razón del título😝😝

¿Podrá Ana desahogarse con alguien sobre todo esto?

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora