XIV

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La noche avanzaba, y el skatepark se llenaba cada vez más de gente. La música sonaba fuerte, y las luces hacían que todo el lugar brillara con un aire vibrante y festivo. Después de un rato, todas comenzamos a relajarnos y a disfrutar de la fiesta. Incluso Cata y Bruna, que al principio estaban algo incómodas, ahora se reían y charlaban animadamente con los demás. El ambiente era tan cálido y acogedor que parecía que todas nuestras preocupaciones se habían quedado muy atrás.

Estábamos sentadas en una de las gradas, disfrutando de unas bebidas y charlando, cuando Bruna, que normalmente era la más sensata, me miró con una expresión algo avergonzada.

—Jana, tengo que admitirlo —dijo, suspirando—. Me equivoqué al juzgar tan rápido el plan. Pensé que venir aquí sería un desastre, pero me lo estoy pasando genial. Gracias por insistir.

Cata asintió, mirando a su alrededor.

—Sí, tenías razón. Fue tonto de nuestra parte dudar. El barrio no es tan malo como pensábamos, y Ana parece una chica increíble-Añadió mi amiga sonriente.

Sonreí, sintiendo una calidez en mi pecho al escuchar sus palabras. Era un alivio ver que habían cambiado de opinión, y que la noche estaba resultando mejor de lo que esperábamos.

Mientras hablábamos, no podía evitar buscar a Ana con la mirada. Desde que habíamos llegado, ella y yo no habíamos dejado de hablar, reír y tontear un poco. Parecía que cualquier cosa que dijéramos nos provocaba una carcajada o una mirada cómplice. Había una conexión entre nosotras que se sentía tan natural, como si siempre hubiéramos sido amigas. Aunque, si era sincera conmigo misma, había algo más. Cada vez que Ana me miraba, sentía un cosquilleo en el estómago, una emoción que no podía ignorar.

Estábamos charlando sobre la última broma que alguien había hecho cuando un chico se acercó a nosotras. Era alto, con el cabello revuelto y una actitud relajada. Se dirigió a Ana con una sonrisa desafiante.

—Ana, ¿Vienes a la pista? —le propuso—. Hace tiempo que no te gano, pero hoy tengo ganas de intentarlo.

Ana se rió, aceptando el reto sin dudar.

—Claro, a ver si hoy puedes seguirme el ritmo —dijo, levantándose con su skate en mano.

Antes de irse hacia la pista, Ana se detuvo un momento, mirándome con una sonrisa juguetona. Sin decir una palabra, se quitó la gorra que llevaba puesta y, con un gesto suave, me la puso en la cabeza. Me quedé helada, sorprendida por el gesto tan inesperado, y sentí cómo el calor subía a mis mejillas al instante. No sabía qué decir; solo podía mirarla, con el corazón latiendo a toda velocidad.

—Te queda mejor a ti —dijo Ana, guiñándome un ojo antes de girarse y dirigirse a la pista.

Me quedé quieta, con la gorra todavía en la cabeza, sintiendo como si todo el mundo a mi alrededor se hubiera detenido por un segundo. Ese simple gesto, tan pequeño y aparentemente insignificante, hizo que mis sentimientos salieran a la superficie con una fuerza que no esperaba. Sentía una mezcla de nerviosismo y alegría que casi me dejaba sin aliento. Mis amigas me miraron con una sonrisa cómplice, dándose cuenta de lo que estaba pasando.

Mientras Ana se alejaba, me llevé una mano a la gorra y sonreí para mí misma. Sabía que ese pequeño detalle significaba mucho más de lo que parecía. Y en ese momento, con el ruido de la fiesta de fondo y la gorra de Ana sobre mi cabeza, sentí que nada podía arruinar lo que estaba empezando a florecer entre nosotras.

Mientras Ana estaba en la pista, compitiendo en de una manera amistosa, yo me quedé en las gradas, observándola con una sonrisa en el rostro. La energía y la habilidad con la que se movía eran impresionantes, y no podía evitar sentir una mezcla de admiración y algo más profundo. La gorra que me había dejado aún descansaba sobre mi cabeza, y su aroma me hacía sentir como si una parte de ella estuviera conmigo.

Sin embargo, mi tranquilidad se vio interrumpida cuando una chica se acercó y se sentó a mi lado. Era delgada, con el cabello oscuro recogido en una coleta desordenada y una expresión que no lograba descifrar del todo. Al principio, pensé que solo quería charlar, pero su mirada fija me hizo sentir algo incómoda.

—¿Qué hace una chica como tú en una fiesta como esta? —preguntó de repente, con un tono que no me gustó nada.

La pregunta me tomó por sorpresa, y parpadeé, tratando de entender a qué se refería.

—¿A qué te refieres? —le respondí, intentando mantener la calma, aunque su tono me había puesto a la defensiva.

La chica sonrió, pero no era una sonrisa amigable. Había algo en sus ojos que me hizo sentir que no se trataba de una conversación casual.

—Vamos, no te hagas la tonta —dijo con un dejo de sarcasmo—. Mírate. Llevas unas bambas que cuestan más de lo que cualquiera aquí gana en un mes. No encajas en este lugar, y todos lo pueden ver.

Miré mis zapatillas por un momento, sintiendo una punzada de incomodidad. Sabía que no pertenecía al barrio de Ana, pero no pensé que fuera un problema tan grande. Sin embargo, la chica no había terminado.

—No es de muy buen gusto venir a un barrio como este vestida así —continuó, cruzando los brazos—. Y si pretendes que Ana se vuelva como tú, te advierto que lo vas a tener difícil. Ana no encaja en tu mundo, igual que tú no encajas en el suyo.

Sus palabras cayeron como un balde de agua fría. La incomodidad en mi pecho se convirtió en una especie de dolor sordo, pero intenté no dejar que se notara. Sin embargo, lo que dijo después fue lo que realmente me afectó.

—Mira, no me malinterpretes. No es personal, pero eres demasiado perfecta para alguien como Ana. Ella vive al límite, tiene problemas que ni te imaginas. Su vida es complicada, y tú… bueno, tú no pareces alguien que pueda manejar eso-Me quedé en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

Las palabras de la chica me hicieron sentir una mezcla de confusión, tristeza y enojo. ¿Era eso lo que la gente pensaba cuando me veían con Ana? ¿Que no pertenecía a su vida? No sabía si la chica estaba hablando por ella misma o si reflejaba el sentir de los demás, pero sus palabras calaron hondo.

Miré hacia la pista, donde Ana seguía compitiendo, riendo y disfrutando, ajena a la conversación que estaba ocurriendo a mis espaldas. Una parte de mí quería ignorar lo que acababa de escuchar, pero otra parte no podía evitar preguntarse si había algo de verdad en lo que decía esta chica. ¿De verdad Ana y yo éramos tan diferentes? ¿De verdad nuestras vidas eran tan incompatibles?

Intenté responder, pero las palabras se me quedaron atrapadas en la garganta. La chica debió notar mi silencio porque simplemente se encogió de hombros y se levantó.

La vi alejarse, sintiendo cómo el peso de sus palabras se asentaba en mi pecho. La gorra de Ana seguía en mi cabeza, pero ahora no era suficiente para calmar las dudas que empezaban a surgir en mi mente. Me quedé ahí, mirando cómo Ana seguía patinando, riendo con sus amigos, mientras intentaba decidir si esa chica tenía razón… o si estaba dispuesta a demostrarle que estaba equivocada.
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🤭🤭 Ya tocaba eh

Que le ha dado la gorra😍😍

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora