LVIII

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Semanas después

Las semanas habían pasado en un borrón de rutina y ansiedad. Ana seguía en coma, sin signos de despertar, y cada día era un desafío para mantener la esperanza viva. Yo seguía visitándola sin falta, cada día a la misma hora, en un intento por mantener un vínculo con la mujer que amaba tanto. La habitación del hospital, con sus paredes blancas y frías, se había convertido en un lugar familiar, casi un segundo hogar, aunque el ambiente seguía siendo sombrío y cargado de una preocupación constante.

Cada vez que entraba en la habitación de Ana, me encontraba hablando con ella como si estuviera completamente consciente. Le contaba cómo había ido mi día, los detalles pequeños que normalmente no compartiría, pero que en ese momento sentía que eran importantes. Le contaba sobre Jan, cómo estaba yendo en el colegio y en el fútbol, y le describía los partidos y entrenamientos con una intensidad que esperaba que pudiera transmitirle alguna forma de normalidad y esperanza.

Una mañana, después de una larga jornada en el hospital, me dirigí al campo de fútbol para un partido importante. Mi mente seguía en la misma dirección: Ana y su recuperación. Pero el juego era una forma de canalizar mi ansiedad y mi amor por ella, un espacio en el que podía concentrarme en algo más allá del dolor constante que sentía.

El partido fue intenso, y el equipo estaba dando lo mejor de sí. A medida que el tiempo avanzaba, mi concentración en el juego se convirtió en una forma de escapar momentáneamente de la realidad que vivía. Como defensa, mi trabajo principal era mantener el área segura, pero en una jugada inesperada, me encontré en la posición correcta para rematar.

Cuando el balón encontró la red, un estallido de euforia recorrió el campo. La celebración fue espontánea, llena de emoción y aliviada por la tensión acumulada durante el partido. En el calor del momento, hice un gesto con las manos, formando una “A” en el aire, una dedicatoria hacia Ana. Sabía que no podía hacer mucho más que esto para mostrarle que estaba pensando en ella, y era mi manera de decirle que estaba con ella, incluso cuando no podía estar a su lado.

Al final del partido, el equipo estaba en plena celebración. Los medios de comunicación se acercaron para hacer una rápida entrevista. El periodista, con su micrófono en mano, me preguntó sobre la dedicatoria del gol. La cámara se enfocó en mi rostro mientras intentaba reunir las palabras adecuadas.

—La dedicatoria es para alguien muy especial en mi vida —empecé, mi voz temblando un poco—. Mi pareja, Ana, está pasando por un momento muy difícil, este gol y está victoria son para ella, para mostrarle que pienso en ella en cada momento, y para recordarle que sigue siendo una parte fundamental de mi vida, es un pequeño homenaje a ella, un recordatorio de que estoy con ella, incluso en medio de todo esto.

El periodista asintió, y sus ojos mostraron una mezcla de comprensión y empatía. La entrevista terminó, y mientras me dirigía al vestuario, sentí el abrazo cálido de mis compañeras y amigas. Cada una de ellas se acercó, rodeándome con gestos de apoyo y felicitaciones. La emoción y la solidaridad en sus abrazos me ofrecieron un breve respiro del dolor constante.

—Ha sido un gesto increíble, Jana —dijo Alexia, con lágrimas en los ojos—. Es realmente conmovedor lo que estás haciendo por Ana. Ella es muy afortunada de tenerte a su lado.

Las palabras de mis compañeras, cargadas de cariño y apoyo, me hicieron sentir que, a pesar de la angustia y el sufrimiento, había algo de belleza en lo que estaba viviendo. El gesto de dedicar el gol a Ana no había sido solo una forma de expresar mis sentimientos, sino también un recordatorio de la comunidad de amor y apoyo que me rodeaba.

A medida que el vestuario se llenaba de risas y abrazos, sentí una mezcla de gratitud y tristeza. La vida seguía su curso, y aunque la realidad de la situación de Ana no había cambiado, el amor y el apoyo que recibía me ofrecían una fuerza inesperada para continuar. La esperanza seguía siendo mi compañera constante, y cada pequeño gesto, cada palabra de aliento, era una chispa de luz en medio de la oscuridad.

Como cada día desde que Ana quedó en coma, me dirigí al hospital por la tarde con una mezcla de esperanza y temor. La rutina de mis visitas se había convertido en un ritual que me ofrecía consuelo momentáneo, una especie de ancla en medio de la tormenta. Pero hoy sentía algo diferente, como si el aire estuviera cargado de promesas no cumplidas y de posibilidades aún por explorar.

Al entrar en la habitación, la visión de Ana recostada en la cama, tan tranquila y serena, me golpeó con la misma intensidad que siempre. Era como si el tiempo se hubiera detenido para ella, y todo lo que ocurría fuera de estas paredes no tuviera impacto en su mundo. Sin embargo, yo estaba decidida a hacerle sentir, de alguna manera, el entusiasmo que me embargaba.

Me acomodé en la silla junto a su cama, tomé su mano y me aseguré de que ella sintiera mi presencia.

-Ana, tengo noticias increíbles que contarte-empecé, esforzándome por infundirle un tono de entusiasmo. -Estamos a punto de ganar la liga. El equipo ha estado increíble. Cada una de nosotras ha dado lo mejor de sí misma y, por fin, estamos a un paso de alcanzar el título otra vez.

Mis palabras comenzaron a fluir con una intensidad casi frenética. Le hablé de los partidos más emocionantes, de las jugadas decisivas y de cómo cada victoria nos acercaba más al objetivo.

-Recuerdo la última vez que te vi en las gradas-Dije intentando evitar emocionarme-cómo sonreías y te emocionabas con cada gol. El estadio entero estaba vibrando, y me imaginé cómo estarías saltando de alegría. Esa misma emoción la siento ahora, pero es diferente, porque te echo de menos.

A medida que hablaba, trataba de buscar algún signo de vida en su rostro. Miraba sus ojos, sus labios, esperando ver un pequeño cambio, un parpadeo, una contracción, algo que indicara que me estaba escuchando. Sabía que era una esperanza irracional, pero la necesidad de creer en algo me impulsaba a seguir.

-Las chicas también te echan mucho de menos-le dije-me gustaría que pudieras estar aquí con nosotras, disfrutar de la victoria y compartir el momento con todos.

El tiempo parecía dilatarse mientras hablaba. Cada minuto era un desafío, una prueba de mi paciencia y de mi fe. Le conté sobre los preparativos para la celebración, los planes para los festejos y cómo cada detalle estaba siendo planeado con la esperanza de que, en algún lugar, ella pudiera sentir nuestra alegría.

Al final de la tarde, mi voz se había vuelto ronca y mi cuerpo sentía el peso de la esperanza no cumplida.

-Nos vemos mañana, amor-Besé a Ana en la frente, una vez más, y me levanté con el corazón pesado.

Al salir de la habitación, un sentimiento familiar de desasosiego me acompañaba, ese mismo sentimiento que experimentaba cada vez que me iba del hospital. Era como si cada despedida se llevara consigo una parte de mi esperanza, dejándome solo con la incertidumbre.

Cuando llegué a casa, Jan, el cual hoy no había podido venir estaba esperándome, su rostro enmarcado por una mezcla de preocupación y curiosidad. Me miró con esos ojos que parecían buscar respuestas.

-¿Cómo estaba Ana hoy?- preguntó con un tono que reflejaba la misma inquietud que yo sentía.

Me dejé caer en la silla, agotada tanto física como emocionalmente.

-No ha cambiado- respondí con un suspiro profundo.-Sigue igual, le he hablado sobre la liga, le he contado todo sobre los partidos, las victorias, y cómo estamos a punto de ganar. He hecho todo lo posible por transmitirle la emoción, pero no hubo señales de que me escuchara. Solo... sigue igual.

Jan asintió, entendiendo la tristeza que había detrás de mis palabras. A pesar de la respuesta predecible, no podía evitar aferrarme a la esperanza de que algún día, quizás, Ana despertaría y encontraría en mis relatos una forma de volver a nosotros.
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Va pasando el tiempo y Ana sigue igual😔

He estado pensando en hacer también una historia con Kika después de la de Laia, es que le estoy cogiendo un cariño que no es normal a esta mujer😭

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora